Popcorn empieza bastante bien, aunque a mi entender luego no está a la altura. Su gran problema es que cuenta básicamente lo mismo que Asesinos natos (Natural Born Killers), aquella espléndida película de Oliver Stone, y se plantea las mismas preguntas (¿El cine violento contribuye a crear psicópatas?, ¿Por qué la sociedad prefiere demonizar a los artistas y a sus obras antes que a los verdaderos culpables?, ¿Los asesinos matan porque lo han visto en las películas violentas o son esas películas el reflejo de la sociedad?). Bien, pues Stone lo tenía claro y yo también y Ben Elton piensa igual, a juzgar con la frase con la que concluye: Hasta el momento, nadie se ha hecho responsable de nada.
En Popcorn hay una pareja de psicokillers, un cineasta, una aspirante a actriz, presentadores de televisión, etc. Es divertida y entretenida, está plagada de referencias culturales, a veces ciertos pasajes son narrados en forma de guión de cine y todavía resulta actual, pese a que fue escrita en los 90. Pero insisto: llegó después de Asesinos natos, quizá como una especie de respuesta literaria, y por eso no impacta tanto como lo hizo la película. No obstante, aquí van algunos apuntes:
Si uno espera lo suficiente, todo vuelve. Lo que hace poner los pelos de punta a una generación se convierte en objeto de culto kitsch de la siguiente.
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-¡A los asesinos los crea la naturaleza, no el cine! –gritó Bruce a la pantalla.
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¿Pasar de los periodistas? El responsable de relaciones públicas estuvo a punto de desmayarse.
Hasta el jefe Cornell tuvo que reconocer que aquello era una estupidez.
-Sería lo mismo que sugerir que pasáramos del tráfico, de los edificios o de la gente –dijo–. La televisión ya no se limita a informar. No hablamos de dos horas de noticias y esparcimiento en el hogar; la televisión es la vida de la gente. Es una necesidad básica, igual que la comida. Todo suceso tiene dos caras, la auténtica y la que ve la gente. Es un hecho, hombre, y si cree que puede pasar de él, no se moleste en presentarse a elecciones esta primavera.
[Emecé Editores. Traducción de María Eugenia Ciocchini Suárez]