lecturas del verano, o una entrada larga, o trece libros y un ebook a punto de explotar


Leer, porque sólo hay cigarras y moscas que muerden hasta que el sol cae. Ebook repleto de pdfs en la maleta, por ligereza, por negar la superstición, porque hay libros que sólo existen de esta forma, porque en ocasiones el papel es demasiado caro. Pero el papel.

666 y José Puente (viendo la luz en septiembre), Dante y La divina comedia, El jugador y padre Dostoievski, Jóvenes sin futuro, les habla su capitán y Ricardo Limassol, Aleixandre y La destrucción o  el amor, Nietzsche y La gaya ciencia, Baudelaire, Dylan Thomas, Friedrich Hölderin, Calibán y la bruja, y etcétera.

Libros llenando tardes en la mecedora, esperando a que la intensidad casi tóxica de las damas de noche explote.

Por orden descendiente, a continuación, tres libros que he empezado pero no he tenido ganas, o concentración, o estado de ánimo adecuado para terminar.

Alicia en el país de las maravillas, Taipei, La trama nupcial.

Libros que esperan su momento, hibernando mientras las hojas amarillean y el sudor se abre paso.

Después, una joya.

Descubrir a Panero y querer saberlo, querer leerlo todo sobre él.

Más abajo, la decepción. Stefan Zweig y su Carta de una desconocida, un librito breve sobre una mujer enamorada y mártir, un elogio del sufrimiento y la autodestrucción como cualidades con las que amar a un hombre.

Daniela Camacho y Miguel Avero enviando sus preciosos trabajos hasta mi buzón. Libros que leo en este momento.

Ahora un salto que me permita unir El cuello de la jirafa (Judith Schalansky) y El curioso incidente del perro a medianoche (Mark Haddon). Dos libros que hay que leer, por la turbadora sencillez de las historias que cuentan, por lo irregular de sus protagonistas, por los dibujos del primero y los desafíos matemáticos del segundo. Dos libros que saben hacerlo, que saben cómo lanzar la literatura en nuevas direcciones.

Luna roja es un préstamo. Una obra destinada a reconciliar a las mujeres con su ciclo menstrual. A informarlas. A invitarlas a amar su sangre.

Más abajo,

Irène Némirovsky. El malentendido. La primera semilla de una autora que siempre me recordó a Dostoievski.

Un libro adecuado a los apetitos del verano.

Por último, Metralla, de Rutu Modan. Un regalo que he devorado y que ha hecho que me dé cuenta de que nunca he hablado de cómic o novela gráfica en el blog. 

Incomprensible.

Porque las personas capaces de unir palabras, trama e ilustración poseen una naturaleza distinta.

Me fascinan.

Tanto como los músicos.

Y nada más.

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