Odio a los cazadores deportivos. Los odio. De verdad. Los odio de una manera directamente proporcional al tamaño de sus trofeos.
A los pescadores deportivos los odio menos porque los pobres pececitos, que son los animales más resplandecientes y limpios de la Creación, tienen menos cara de persona que los mamíferos. El agua lava la sangre de los peces y los pescadores parecen menos sádicos. Los peces, además, juegan con la desventaja de que tienen caras inexpresivas; ergo dan menos pena.
Odio a los toreros. Los odio. De verdad. Además, los toreros son mucho más horteras que los cazadores (que ya es decir).
Mi odio se extiende a casi todas las tradiciones tauromáquicas (existe esta palabra?) de nuestro país y, como ya se imaginarán, a todas las burradas patronales que tengan que ver con maltratar a un ser vivo.
Es que odio hasta el boxeo (pero ésa ya es otra historia).
Todo esto lo cuento para que comprueben que soy un señor sensible con el sufrimiento de los animales. Un señor que ha visto La Sangre de las Bestias (1949) de Georges Franju.
Dios no existe por muchos motivos. Uno de ellos es porque hace falta ser muy cafre para crear un mundo lleno de carnívoros. Los leones son muy bonitos pero se comen a las gacelas, que también son muy bonitas. Les arrancan un cacho de cuello, les desgarran la yugular (o algo así), y las hermosas gacelas se desangran vivas mientras los leones las devoran para después ir a follarse a un montón de leonas. La Naturaleza rebosa crueldad por todas partes como ya nos contaron Darwin y los suyos. Aunque, maticemos, la Naturaleza no es cruel sino que es indiferente al sufrimiento. Como decía Hobbes, no es moral ni inmoral, es amoral.
En un zoo han matado a un gorila. Se llamaba Harambe.
Un gorila de espalda plateada es un bicho chulísimo y ni siquiera es carnívoro. Es vegetariano, como Dios manda (o como Dios mandaría si existiese; de hecho, el que todos los bichos vivos fuéramos vegetarianos sí que podría llegar a ser una prueba de la existencia de un Creador). El caso es que lo han matado porque un niño se cayó en el foso en el que vivía este bicho tan hermoso. Es un accidente trágico, sin duda, con un resultado tristísimo e injusto para el gorila. El gorila era fortísimo. Y el niño era un niño que, afortunadamente, sobrevivió a ese accidental encuentro.
A la Naturaleza todo esto se la suda, claro, pero a nosotros nos ha conmovido mucho. Lo malo es que a algunos les ha conmovido demasiado…
Las redes sociales, que son otra prueba de la no existencia de Dios, piden la cabeza de la madre de ese niño de 4 años que se cayó a un foso debido, sobre todo, a que es un niño. O sea a que es, por definición, un animal estúpido e indefenso. Sobre todo frente a un gorila.
Yo, que me pongo enfermo con estas cosas, he decidido dedicar hoy cinco minutos y unas cuantas palabras para decir que las redes sociales son frívolas, papanatas y juzgan a la ligera casi todo, aplicando, siempre a posteriori, un razonamiento romántico-absurdo-burgués que, o nos lo hacemos mirar, o acelerará la inevitable Caída del Imperio Romano.
Y lo peor de todo es que ahora tendremos que soportar tantas opiniones de primatólogos como aquéllas que tuvimos que sufrir de tantos expertos economistas explicándonos la crisis económica mundial. Viva el toro pasao.