Apacherías del salvaje oeste, de Javier Lucini


Fue después de dejar atrás el rancho de John Dofflemyer y atravesar el Valle de la Muerte, justo antes de adentrarnos en Monument Valley, camino de San Luis, Colorado. No volveríamos a parar hasta la noche, por lo que decidimos hacer un pequeño alto en Tuba City para repostar y comer algo. Gracias a las novelas de Tony Hillerman, yo tenía la sensación de haber estado allí antes, incluso en aquella misma gasolinera, en aquel mismo restaurante. Quizá el mismo lugar en que en su día comiera y se hospedara el equipo de John Ford durante el rodaje de La Diligencia (1939). Nos hallábamos en plena reserva de los Navajo (los Yutahán, Los Que Viven Lejos, en idioma Apache).

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En la imaginería popular, entre las monstruosidades más recurrentes de los Apaches, destaca por encima de todas la de escalpar a sus víctimas. Pero se ha de apuntar que lo de arrancarle el cuero cabelludo al enemigo es una costumbre que los Apaches aprendieron de los Mexicanos. Éstos, en su denominado Proyecto de Guerra, establecieron claramente las tarifas: cien pesos por la cabellera de un guerrero Apache, cincuenta por la de una mujer y veinticinco por la de un niño. En una fecha tan avanzada como 1849 el estado de Chihuahua llegó incluso a doblar el precio. El caso es que pronto, hasta las bandas de cazadores procedentes de Texas (como el celebérrimo James Kirker, el en su día llamado Rey de Nuevo México), se dieron cuenta de que las autoridades mexicanas no sabían distinguir una cabellera Apache de otra cualquiera y, al final, terminaron recompensando cabelleras Yaquis, Comanches, Tarahumara e incluso Mexicanas.

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La legendaria ferocidad de los Apaches no tardaría mucho en cruzar el charco y allá por 1910 llegaría a ponerse de moda en los tugurios de París una danza violenta conocida popularmente como La Danza Apache (pronunciado ah-PAHSH).
Pero ya antes el término "Apache" había sido adoptado por el mundillo del hampa que operaba en el distrito parisino de Montmartre. Se trataba de jóvenes de barrios bajos asociados en bandas que durante un tiempo sembraron el terror entre los miembros de la clase media burguesa con sus robos, fraudes y reyertas. Parece ser que el nombre salió a la palestra a raíz de los brutales incidentes protagonizados por dos proxenetas a causa de las preferencias de una prostituta de deslumbrante cabellera rubia, Amélie Hélie, alias Casque d'or (Corazón de Oro), más tarde inmortalizada en la gran pantalla por Simone Signoret, de la mano del director Jacques Becker, en una película que por aquí vino a llamarse París, Bajos Fondos (Casque d'or 1952).

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En México, al amor con sufrimiento (historias de amores frustrados, galanes exagerados y diosas inalcanzables), en lenguaje popular, se le denomina "Amor Apache".


[Mono Azul Editora]

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