Con el tiempo la universidad se vuelve un espacio nostálgico. Un lugar que al pisarlo de nuevo con los años te sacude por dentro. En la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Málaga, entre una exposición de maquetas de proyectos fin de carrera, transcurre esta entrevista con el escritorPablo Aranda, que ha publicado este año El Protegido (Editorial Malpaso), su última novela. Al autor de Ucrania o Los Soldados le interesan las distancias cortas, las relaciones que se trenzan inesperadamente en lo cotidiano, las historias en apariencia simples que esconden detrás una novela. “Creo que cada persona tiene varios mundos en su interior y cada mundo tiene muchas novelas”, dice. Aranda (Málaga, 1968) se marchó muy joven a la India, donde estuvo de voluntario en uno de sus hospitales. “Fui porque me dije que yo no quería dejar de conocer algo que pudiera cambiarme la vida”. Ha sido profesor en la Universidad de Orán (Argelia), ha recorrido en solitario varios países del África Negra. Guarda en el cajón un manuscrito sobre un libro de viajes. Escribe artículos en Diario Sur y reportajes en El Viajero de El País. También ha publicado varios libros para niños. “Me interesa la literatura infantil incluso como lector”.
Raymond Chandler decía que los escritores deben atenerse a dos reglas: “no es obligatorio escribir y no se puede hacer otra cosa. El resto viene solo”. ¿Cuáles son sus reglas?
No me atrevería a desmentir a Raymond Chandler. Yo tengo que escribir, aunque no sé muy bien por qué. Tengo que estar siempre escribiendo literal o mentalmente. Por un lado, tengo las reglas físicas, que serían la luz y el tiempo. Y, por otro, las reglas filosóficas, que es a lo que se refiere tu pregunta. Ahí lo tengo claro: estas reglas serían las de escribir historias que me apasionen y contarlas de una manera literaria, potente, que cuando alguien las lea diga: va en serio.
¿Dónde debe buscarse hoy la originalidad en un género como la novela, de la que se publican miles de ejemplares al año?
Creo que sería un error buscar la originalidad. De lo que se trata como autor es de encontrar una voz propia, crear un mundo literario donde campen, según un orden y un criterio, los fantasmas de cada uno. Ese territorio, esa voz, difícilmente será original, pero podría serlo. La equivocación sería que esa originalidad constituyera el objetivo. Escribir una buena novela es lo suficientemente arduo como para encima pretender liderar un movimiento nuevo. Esa falta de modestia creo que se notaría y perjudicaría a la novela.
En El Protegido constatamos que cualquier vida, por sencilla que sea, se acaba complicando y que a veces los buenos actos, paradójicamente, se vuelven en nuestra contra…
Me gustan los elementos literarios cercanos, próximos. Creo que cada persona tiene varios mundos en su interior y cada mundo tiene muchas novelas. Un adolescente de 14 años que está en una clase y le gusta una compañera pero a ésta le gusta otro compañero, esa situación, ese desgarro y esa incomprensión del mundo tiene una novela, y estamos ante una historia simple y literaria. Me gusta explorar cómo nos enfrentamos a la vida y el descubrimiento de que la vida iba en serio, que no era un juego. Me interesa contar cómo conciliamos nuestro conocimiento del mundo con nuestra situación personal.
Además encontramos en esta novela hechos reales, como el del asesinato de un anciano en Torremolinos a manos de otro que había arrojado, muchos años antes, concretamente en 1963, a su mujer por la Torre Eiffel. ¿Un caso peculiar?
Me alegro mucho que me hagas esta pregunta. Es de los elementos más estrambóticos de la novela. Un hombre mayor asesina, con una recortada, a otro, y el asesino, cuarenta años antes, había arrojado a su mujer desde lo más alto de la torre Eiffel. Estos hechos reales los conozco durante el proceso de gestación de esta obra y los añado a ella, creando una especie de atmósfera opresiva en la propia narración.
También está muy presente la problemática de la violencia de género. ¿Cree que se hace lo suficiente para erradicar esta lacra?
El tema de las relaciones de pareja mal llevadas y mal resueltas es posiblemente el gran problema de nuestra generación. Su manifestación más preocupante es la violencia de género. Hay otras manifestaciones como la de la custodia de los hijos, pero el de la violencia es el más preocupante como digo. ¡Es una fuente tan grande de sufrimiento lo que genera en su entorno! No se está haciendo lo suficiente porque los estudios y las estadísticas nos dicen que el machismo está muy presente, muy arraigado en los adolescentes. Ahí es donde hay que actuar.
“Nos preparan para trabajar pero no para vivir”, le dice Miriam a Jaime en uno de los diálogos del libro. Has trabajado como educador de menores con problemas. ¿Cómo nos están educando?
En general mal. He leído recientemente en prensa que un 36% de los adolescentes en Málaga dejan los estudios al cumplir los 16 años. Es decir, más de una tercera parte deja los estudios cuando ya no son obligatorios. Es un fracaso para la educación. Los que siguen estudiando, más que educarse lo que están es formándose para poder ser competitivos en ese mundo en el que hoy vivimos. Sin embargo, creo que deberían educarnos en valores. Por ejemplo, si la mujer con la que estás ya no te quiere, deberías aceptarlo, y decirle: es una pena pero te deseo lo mejor. La educación debería prepararnos para esas cosas, pero en absoluto es así como estamos viendo.
Además también escribes artículos en periódicos. Si miramos fijamente la realidad. ¿Por qué podríamos ser hoy optimistas?
Escribo reportajes de viajes en El Viajero y dos columnas de opinión semanales en Diario Sur, donde intento hacer crítica social con humor. Es un género dominado por la inmediatez, la extensión, la poca perspectiva que a veces se tiene de los hechos, pero me gusta tratar de enfocar la actualidad desde un lado desacostumbrado. Hay muchas cosas que van mal (sólo hay que asomarse a las cifras de paro, a la desigualdad, al machismo entre adolescentes) pero otras van bien. El ébola parece haberse erradicado, nos ocupamos de los inmigrantes. Ayer paseé a mi perro a las 8:00 y al salir a la calle pasaba una muchacha justo en ese momento y tuvo que apartarse de un salto. Antes de que me diera tiempo a disculparme me sonrió, cuando habría entendido que me insultase (bueno, un insulto menor, no exageremos jajaja). Entré en la panadería y había olvidado la cartera. La panadera me dijo que ya le pagaría otro día, que no se me ocurriera volver al rato, que no hacía falta. Claro que hay esperanza. Algunos comportamientos, lentamente, van dejando de quedar impunes.
En El Viajero de El País has publicado una serie de reportajes sobre viajes. ¿Qué te interesa contar de las otras ciudades, de las otras culturas?
En estos reportajes me interesa mostrar y contar mis viajes literariamente y de forma divertida. Si voy a Milán quiero conocer la visión de escritores sobre esta ciudad, escritores que han vivido allí. Todo eso unido a mi propia mirada de la ciudad.
Fuiste profesor en la Universidad de Orán, en Argelia. Tienes pendiente para publicar un libro de viajes por África. Este continente está muy presente en tu vida y en tu obra. ¿África va a ser siempre la gran desconocida?
África no interesa porque tenemos la vista puesta en el norte. Somos occidentales y nos interesa ser más occidentales todavía. Pero en algunas tardes especialmente claras, desde Málaga se puede ver la sombra violácea de las montañas del Atlas. Y mirar al frente desde una playa de Tarifa te rompe los esquemas geográficos más básicos: África es eso que se ve justo ahí, cerquísima. En la universidad había estudiado tres años de árabe y trabajar en Argelia lo viví como un premio. Después he recorrido en solitario bastantes países de África Negra y guardo en un cajón un manuscrito de un libro de viaje. El avance del yihadismo está dificultando todavía más el conocimiento, pues hace que viaje menos gente, que la información que nos llegue esté más sesgada. Pero cuando yo era chico apenas había africanos aquí y ahora la tendencia ha cambiado y eso es bueno, y puede servir para que la vayamos conociendo más. Es verdad, en la novela que estoy corrigiendo ahora también aparece una mujer africana, pero vive aquí. Es verosímil. Lo que vemos en nuestras ciudades.
También has estado de voluntario en un hospital de la India. ¿Cómo se regresa de un país de tanta belleza y tanta pobreza?
De joven me fui solo desde Málaga, por tierra, a la India, sin prisas, estuve meses de viaje. Había leído que quien conocía los barrios de la India ya su vida no podía ser nunca otra vez la misma. Entonces fui porque me dije que yo no quería dejar de conocer algo que pudiera cambiarme la vida. Iba muy mentalizado. Volví con un poco más de conocimiento en ese aspecto pero no me cambió la vida. Me la podría haber cambiado si me hubiera quedado allí.
En su larga trayectoria creativa encontramos también libros infantiles. ¿Cómo consigues cambiar de registros con tanta facilidad?
Tengo hijos, me gustan los niños, contarles historias, captar su atención con historias de humor absurdo sin malos, configurar para los niños y las niñas un mundo que coincida con el nuestro pero donde ciertas situaciones que podemos vivirlas con extrañeza y desconfianza se presenten de manera positiva. Me divierte muchísimo y me encanta cuando tengo la oportunidad de enfrentarme a pequeños lectores, pequeñas lectoras, y que me digan si les ha gustado o no y por qué. Me interesa la literatura infantil incluso como lector.
De qué hay que protegerse?
Hay que protegerse de la mentira universal, de la propaganda y de la antipropaganda. Y del borreguismo.
¿Qué van a encontrar en los próximos meses los lectores de Pablo Aranda?
Estoy trabajando en dos libros, uno juvenil sobre una historia social contada con humor, y una novela, que va a tener un tono similar al que he utilizado en El protegido y que quiero publicar el próximo año.
La entrada “Hay que protegerse del borreguismo” aparece primero en [ EL BLOG DE LUIS REGUERO ].