Suspense, de Patricia Highsmith


Éste es un libro que todo escritor debería leer, sea veterano o sea principiante. Por suerte, no se trata de un manual para la escritura, Patricia Highsmith no elabora una tesis y ya lo advierte al principio: que no es un manual de instrucciones. Pero sabe que su experiencia y sus consejos pueden ayudar al escritor, sobre todo al novato.

Suspense se publicó en los 80 en Anagrama, pero creo que nunca me crucé con aquella edición o quizá lo hiciera y entonces no me interesaba tanto la autora como me interesa en la actualidad. Así que Círculo de Tiza nos ha hecho un favor reeditándolo. Está lleno de pasajes para anotar o subrayar, dependiendo de las preferencias y manías de cada lector. A continuación pongo bastantes fragmentos, y por eso no quiero extenderme más aquí, que sea la sabiduría de Patricia Highsmith la que os convenza para leer esta obra:

Al escribir un libro, a la primera persona a la que deberías complacer es a ti mismo. Si eres capaz de divertirte durante todo el tiempo que te lleve escribir el libro, más adelante también divertirás a los editores y a los lectores.

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Otra causa de esta falta de ideas es que el escritor se vea rodeado de personas que no le convienen, o simplemente personas, sean del tipo que sean. La gente puede ser estimulante, desde luego, y una frase dicha al azar, una anécdota o algo parecido puede poner en marcha la imaginación del escritor. Pero, en la mayoría de los casos, el plano de las relaciones sociales no es el plano sobre el que vuelan las ideas creativas.

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Cada fracaso enseña algo. Debes tener la impresión, como la tienen todos los escritores con experiencia, de que hay más ideas en el lugar de donde salió esta, más energía en el lugar de donde salió la primera energía, de que eres inagotable mientras vivas. Para esto se necesita como mínimo ser optimista, y si no eres de naturaleza optimista, tienes que creártela artificialmente. A veces uno tiene que persuadirse a sí mismo. Psicológicamente es bueno que durante un tiempo decente lleves luto por el manuscrito que te han rechazado –es decir, rechazado unas veinte veces, realmente rechazado, no solo dos o tres veces–, pero el luto no debe durar más que unos cuantos días. Tampoco hay que tirar el manuscrito a la basura, porque puede que dentro de uno o dos años se te ocurra qué hacer exactamente con él para que se venda.

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Edna O'Brien, la inteligente novelista irlandesa, dijo en una entrevista: "Los escritores siempre están trabajando. Nunca paran". Esta es la naturaleza de la profesión de escritor, al menos del que escribe novelas o narraciones. Los escritores o están desarrollando una idea o buscando, aunque sea inconscientemente, el germen de una idea.

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En cuanto a las pequeñas dificultades de la vida, las hay a miles. ¿Qué escritor no ha tenido que trabajar con dolor de muelas, con facturas que hay que pagar, con un niño enfermo en la habitación de al lado o en la misma habitación, cuando te visitan los parientes políticos, cuando una relación amorosa acaba de terminar o cuando el Gobierno te exige que rellenes más y más formularios?

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Luego, para acabar de turbar tu tranquilidad, están las eternas maniobras que tienes que hacer para vivir con unos ingresos irregulares y a menudo insuficientes, lo cual es un fastidio para las personas poco dadas a ahorrar y mucho menos a hacer economías. Esta inseguridad es como el aire que respiran los escritores, puesto que ejercen una profesión en la que no hay seguro de paro, ni vacaciones pagadas ni jubilaciones.

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Si el escritor piensa lo suficientemente en su material, hasta que se convierte en parte de su mente y de su vida, y se acuesta y se levanta pensando en él, entonces cuando se ponga a trabajar por fin la narración saldrá con fluidez, como por impulso propio. El escritor debe sentirse integrado en el libro mientras lo esté escribiendo, tanto si tarda seis semanas como si tarda seis meses, o un año, o más.

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Hay que proteger al libro mientras se escribe –es una equivocación grave, por ejemplo, enseñar parte de él a alguien que con toda seguridad lo criticará cruelmente y posiblemente te hará perder confianza en ti mismo–, pero, a su manera, la redacción del libro te protegerá de toda suerte de golpes emocionales, de índole destructiva, que, de no ser por el libro, podrían herirte y confundirte.

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La vida del escritor es muy desembarazada y libre, y si hay estrecheces, proporciona cierto consuelo el hecho de que no somos los únicos que las padecen y nunca lo seremos, mientras siga existiendo la raza humana. La economía suele ser un problema y los escritores siempre andan preocupados por su culpa, pero esto forma parte del juego.


[Círculo de Tiza. Traducción de Jordi Beltrán]  

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