Entrevista en FRIDA


Siamesaes tu primer libro, un poemario muy personal, ¿qué poetas y escritoras te han acompañado metafóricamente en el proceso? ¿Qué escritoras han influido más en tu poesía?
Escribir este poemario ha sido todo un ejercicio de regresión personal e investigación sociohistórica. El proceso fue muy intenso y durante ese tiempo preferí centrar mis lecturas en obras de divulgación relacionadas con el tema de la maternidad en lugar de poesía. El ensayo ¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal (S.XVI-XX) de Elisabeth Badinter fue un gran descubrimiento y en él se inspira el extenso poema que conforma la segunda parte de Siamesa. También destaco Maternidad y creación de Moyra Davis, y ¿Dónde está mi tribu?de Carolina del Olmo. Como excepción a esa necesidad de no leer poesía durante el proceso de escritura debo citar a Chantal Maillard, Olga Novo y Maite Dono. A ellas las leí de forma recurrente y son precisamente fragmentos de sus textos los que elegí como encabezamientos a las distintas partes de Siamesa.

En Siamesaabordas la transformación que sufriste cuando pasaste de niña a madre, ¿cómo viviste aquella experiencia? ¿Qué significó la maternidad para ti? ¿Cuál fue la parte luminosa y cuál la más oscura?
En mi caso la maternidad hizo que mi vida estallase en infinidad de diminutos fragmentos; no quedó absolutamente nada por derribar o desplazar dentro de mí. Hay un lado luminoso, muy luminoso, sin duda, en la energía física y la visión del mundo que una mujer de veintiún años ofrece como madre, pero el lado oscuro también cobra una intensidad especial en este caso. No pertenecer a un grupo social es una de las experiencias más dolorosas que la maternidad trajo consigo. Ni las personas de mi edad ni las pocas madres que tenía ocasión de conocer podían identificarse conmigo. Demasiado adulta o demasiado joven, resultaba extraña para ambos grupos. Esa sensación de desarraigo resultaba tan dura de encajar como el hecho de tener que abandonar los estudios o no tener un compañero con el que orientar la educación y con el que compartir tanto el miedo como los momentos de felicidad. En mi caso la maternidad ha estado llena de complicaciones sociales, económicas y psicológicas, pero siempre he sido bastante cabezota y me negué a permitir que la vida continuase sin mí. Logré licenciarme hace apenas un año, organizo mis horarios de trabajo en torno a las necesidades de desarrollo de mi hija y he conseguido tejer una sólida red de amistades en la que las mujeres, muchas de ellas madres, ocupan un lugar especial. A la maternidad le debo mucho sacrificio y muchos momentos duros pero también un importante crecimiento personal.

¿Ha sido la maternidad para ti esa chispa que encendió la mecha de la escritura?
Totalmente. Aunque siempre me ha gustado jugar con las palabras la escritura ganó importancia tras el nacimiento de mi hija, al ofrecerse como lugar en el que reflexionar, desahogar y decir todo aquello que socialmente no estaba permitido. Poco a poco esta obsesión ha ido depurándose y ha conseguido llevarme más allá de mí misma, dirigiendo mi interés hacia cuestiones de género y memoria histórica.


¿Desde qué lugar se sitúa la escritura de Siamesa?
Siamesa está escrito desde el cuerpo y desde el deseo de sanar mis zonas dañadas. Es como una cicatriz compuesta por palabras. A lo largo del libro me desprendo de todos los sentimientos incómodos que la sociedad me ha hecho abrazar como verdaderos y consigo, poco a poco, llegar hasta esa zona, vulnerable pero real, que soy yo misma. Para escribir este libro agudicé la escucha corporal y presté mucha atención a lo que mi organismo transmitía cuando recordaba la historia de mi maternidad, sucedida hace once años. ¿Qué sientes al recordar esto o aquello? ¿Qué te incomoda cuando miras atrás? ¿Dónde se alojan estas sensaciones? Escribo desde el cuerpo, sin duda, como lugar en el que nacen la conciencia personal y el respeto hacia mí misma.


Antes de Siamesa vino la traducción de las Tres mujeres de Sylvia Plath, uno de los libros que afrontan la maternidad de una manera más directa. ¿Por qué decidiste traducirlo? ¿Qué significó para ti el descubrimiento de este libro?
Traduje Tres mujeres por iniciativa propia hace cuatro años, en un momento en el que el tema de la maternidad no estaba tan presente en la literatura como ahora. Necesitaba investigar qué había más allá de esas imágenes de madres luminosas y realizadas que ofrecen los medios. Es cierto que existe un lado incomparablemente hermoso en la maternidad, pero ¿dónde estaba el resto de la historia? ¿Sólo yo me movía entre dos mundos o había más mujeres a las que la maternidad se había tragado, enfrentándolas a sí mismas y al resto del sistema? Los contenidos que encontraba en Internet eran muy escasos, hasta que dí con Tres mujeres, un poemario breve e intenso escrito en 1962 por Sylvia Plath. En él, tres mujeres en situaciones familiares distintas hablan de sus deseos y preocupaciones desde que ingresan en el hospital para dar a luz hasta que regresan a sus hogares, pasando por la experiencia del parto y del postparto. Ese libro lo tenía todo y decidí traducirlo por pura necesidad, lenta y exhaustivamente, con el deseo de acercarme tanto como pudiese a su contenido y a su autora. Una vez terminado pensé que merecía la pena sacarlo de las tinieblas y decidí buscarle editorial. Al cabo de unos meses Nórdica Libros aceptó el proyecto y convirtió la traducción en un hermoso libro bilingüe y delicadamente ilustrado por Anuska Allepuz. Fue publicado en 2013 y consiguió volver a poner la maternidad en el punto de mira. Además me dio la confianza suficiente para escribir Siamesa, mucho más de lo que nunca hubiese podido imaginar. Son dos libros muy conectados entre sí y para mí forman un todo.

Sylvia Plath llegó a decir que su tragedia era haber nacido mujer, ¿crees que las escritoras lo tienen mucho más difícil?
Creo que las mujeres lo tenemos más difícil en general y por supuesto la literatura no es una zona libre de esos humos. Para mí ser mujer no es una tragedia, al contrario, pero comprendo perfectamente el sentido que Sylvia Plath atribuía a esas palabras. Para ella su mayor frustración fue no poder dedicarse plenamente a la escritura, verse presionada a tener que ser una perfecta esposa, madre, ama de casa y trabajadora, labores que no sólo estaban alejadas de sus propios deseos y su capacidad humana, sino que además no recibían ningún tipo de reconocimiento por parte de la sociedad. Lamentablemente las cosas no han cambiado tanto como cabría esperar durante los últimos cincuenta años. En la literatura el canon sigue estando en manos de hombres que en el mejor de los casos tratan a las escritoras con condescendencia y paternalismo. Cuando hacemos reivindicaciones políticas a través de la escritura y tocamos las teclas clave somos silenciadas o directamente ignoradas. ¿Qué puede esperarse de un sistema que aparta la mirada o nos señala con el dedo incluso cuando hablamos de violaciones, maltrato y asesinato de mujeres?
  

¿Sientes que estás contribuyendo a la transformación o a la formación de una poesía femenina con tu trabajo?
Me gustaría pensar que estoy contribuyendo a hacer que la etiqueta de poesía femenina desaparezca para pasar a ser considerada simplemente como poesía. Puede parecer que hablar de poesía femenina genera unidad pero desde mi punto de vista es un término tan discriminatorio y ridículo como decir poesía masculina.

¿Cuándo comenzaste a escribir?
Estudié bachillerato de ciencias puras y después salté a la universidad de Bellas Artes. En esos momentos la escritura era sólo una afición y ni siquiera se me pasaba por la cabeza la idea de escribir un libro o de hacer traducciones. Mi aproximación a estos mundos tuvo lugar más adelante, de forma accidental, cuando mi hija nació y mis recursos económicos cayeron en picado. No podía permitirme invertir demasiado dinero en materiales de dibujo pero tenía una fuerte necesidad de expresar mis sentimientos. En esas circunstancias la escritura fue ganando lugar progresivamente, hasta convertirse en un recurso imprescindible para mí.

¿Qué función tienen las artes plásticas en tu vida y en tu poesía?
El dibujo me conduce a un estado semejante a la meditación, algo que por lo general no me sucede cuando escribo. Podría decir que cuando dibujo siento que dejo de existir, que lo más importante es la experiencia en sí. Sin embargo cuando escribo soy más analítica y me cuesta mucho más dejar la mente en blanco. Son dos actividades complementarías que me permiten explorar mi mundo simbólico desde distintos puntos de vista y a día de hoy ambas tienen el mismo grado de importancia para mí.

¿Qué relación tienes con otras escritoras de tu generación? ¿Cuáles son las jóvenes poetas que más lees y recomiendas?
Mi relación con ellas sucede principalmente a través de Internet. No conozco personalmente a muchas de ellas, no sé demasiado sobre sus vidas privadas, y sin embargo nos une algo que trasciende la cotidianeidad. Para mí son personas importantes y necesarias, aunque existan bajo esa forma de presencias distantes, porque en mi día a día la poesía es algo prácticamente anecdótico. La mayor parte de mis amigos y conocidos no se dedican a la escritura, y de otro modo no podría compartir este interés con casi nadie.
En respuesta a tu segunda pregunta me gustaría centrarme en algunas autoras que publicaron su primer poemario a lo largo del último año y que, al menos para mí, fueron grandes descubrimientos. Ellas son Sara Torres, Laia López Manrique, Lola Nieto y Belén García Abia. Todas han contribuido a refrescar y agitar el panorama poético español con sus cuidadísimos debuts. También quiero mencionar a Annalisa Marí Pegrum, cuya antología, Beat attitude, rescata las voces de las principales poetas de la beat generation, arrojando luz sobre la situación de la mujer durante las décadas de los años 50-60.


¿Tienes pensado algún proyecto futuro?
En este momento estoy terminando de traducir una antología de la poeta estadounidense Dorothea Lasky. Esta propuesta ha sido acogida por El Gaviero ediciones y verá la luz en los próximos meses. Si todo va bien todavía traduciré un libro más, y si todo va aún mejor decidiré sentarme a escribir un segundo poemario situado, por fin y tras tantos años de obsesión, más allá de la maternidad.
 
¿Cuál es tu opinión sobre la existencia de una estética de la mujer? ¿Escribe la mujer, por esencia o por experiencia, de una forma distinta a la del hombre?
Sí, creo que escribimos de forma distinta, aunque prefiero pensar que esto sucede como consecuencia de la desigualdad y no por esencia. Creo que los hombres y las mujeres estamos mucho más cerca de lo que realmente nos hacen creer hoy día. Creo que hay que volver al cuerpo, al origen, y reescribirlo todo.
 
¿Te consideras feminista?
Por supuesto. Para mí el feminismo es un estado de conciencia que cree en la posibilidad de un mundo mejor. Resulta terrible comprobar cómo ese estado de conciencia está permanentemente amenazado por los intereses de un sistema que intenta convencernos de que lo que estamos haciendo con nuestro planeta es algo correcto y hermoso, a pesar de toda la desigualdad y todo el sufrimiento que genera, tanto a nivel humano como ecológico.

¿Cómo ves tú los cambios recientes en España en la poesía escrita por mujeres?
Tengo sentimientos encontrados. Por un lado me parece fascinante vivir en una época en la que las artes han encontrado un espacio para renacer a través de la dimensión digital. Gracias a ello las contraculturas tienen la posibilidad de desarrollarse en un medio de gran alcance y aquí se aloja también la poesía escrita por mujeres. Podemos difundir nuestra información sin necesitar el consentimiento de nadie. Somos autosuficientes y sin lugar a dudas, visibles. Se crean vínculos, sororidad. ¿Pero cuánto de lo que vemos en Internet sucede simplemente como apariencia? Temo que en esta abundancia la autocrítica se frivolice, que las personas se pierdan en el resplandor de las pantallas, de sus propias imágenes. Que el feminismo, el ecologismo, el activismo, no sean más que juegos de luces. Que las conexiones entre lo que se muestra y lo que realmente se hace sean del todo incongruentes. Con frecuencia se dice que a través del yo, de nuestro ego, se conecta con el abstracto universal, pero últimamente me interesa más la idea de recorrer ese camino a la inversa. Situar primero la mirada en lo que sucede más allá. Desplazar nuestro ego, impregnarlo con otras realidades, otros mundos. Mirarnos desde fuera, desde ese universo, y hablar de cómo somos con voces ajenas.

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