Más afuera, de Jonathan Franzen


Jonathan Franzen es uno de esos escritores sobre los que parece que hay que estar totalmente a favor o totalmente en contra. Se supone que o lo amas o lo odias. Yo me sitúo en ambos bandos y lo explico a continuación:

Está el Franzen que me gusta, donde podemos incluir sus ensayos Cómo estar solo, Zona fría y Más afuera y la novela Las correcciones (en concreto, el primer y el último libro de los citados me deslumbraron). Es un escritor del que siempre aprendo algo y que construye sus novelas y sus ensayos con una minuciosidad notable, y que a menudo dice/escribe cosas muy coherentes, y que sabe indagar en las relaciones familiares, en los lazos entre padres e hijos y entre los vínculos de amistad.

Está el Franzen que no me gusta, que es el de Libertad, dado que aquella novela, pese a lo bien escrita y estructurada que está, me aburrió mortalmente (y quizá parte de la culpa fue mía porque la leí durante un viaje de vacaciones y sólo podía retomarla a ratos). Pero tampoco me gusta la prepotencia que es evidente en algunos artículos y en algunas entrevistas ni su obsesión algo cansina por las aves. Es el caso típico de tío que cree que cuanto dice sienta cátedra. Y que lo que diga va a misa.

Y está el Franzen que no me interesa, que es el de sus primeras novelas y el de su ensayo sobre Snoopy. Hasta ahora no he sentido el impulso de leerlos.

Por eso aguardo con bastante expectación Pureza, que para unos es maná y para otros es mierda. A mi entender, los posicionamientos tan radicales no favorecen en nada a la literatura (aunque ése es otro asunto…). Como tenía pendientes estos ensayos, los leí durante el verano. Y en ellos se resume el Franzen que me gusta y el que no me gusta: el de los temas interesantes y sociales y literarios y el de las aves que además quiere sentar cátedra. Muy posiblemente gane el primero (el que me gusta) en Más afuera. Porque ya sólo esa crónica en la que cuenta cómo va a una isla a dejar las cenizas de su amigo David Foster Wallace hace que merezca la pena todo el libro. Aquí van unos cuantos extractos:

Nuestras vidas parecen mucho más interesantes cuando las filtramos a través de la interfaz sexy de Facebook. Somos protagonistas de nuestras propias películas, nos fotografiamos incesantemente, basta un clic del ratón y una máquina nos confirma nuestra sensación de dominio. Y como nuestra tecnología sólo es en realidad una prolongación de nosotros, no tenemos que despreciarla por ser tan manipulable, como podría ocurrirnos con las personas reales. Es un bucle enorme e interminable. Nos gusta el espejo y nosotros le gustamos. Hacerse amigo de una persona se reduce a incluir a esa persona en nuestro salón privado de espejos favorecedores.
[Del discurso "El dolor no os matará"]

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David estaba enfermo, sí, y en cierto sentido la historia de mi amistad con él es sencillamente que yo quería a una persona mentalmente enferma. Después, la persona deprimida se quitó la vida, de un modo calculado para infligir el máximo dolor a aquellos que más lo querían, y nosotros, quienes lo queríamos, nos quedamos con una sensación de rabia y traición. De traición no sólo por el fracaso de nuestra inversión de afecto y cariño, sino por la manera en que su suicidio lo apartó de nosotros y lo convirtió en una leyenda muy pública.
[Del ensayo "Más afuera"]

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Hoy día, uno, como escritor, está obligado ante sus lectores a imponerse el desafío más difícil que espera poder superar. Con cada libro, debe ahondar al máximo y llegar lo más lejos posible. Y si lo hace, y si logra un libro razonablemente bueno, significa que, la próxima vez que uno intente escribir, tendrá que ahondar aún más y llegar todavía más lejos. O si no, insisto, no merecerá la pena escribirlo. Lo que esto significa en la práctica es que uno debe convertirse en una persona distinta para escribir el siguiente libro. La persona que uno es ya escribió el mejor libro del que era capaz. No hay manera de avanzar si uno mismo no cambia. En otras palabras, si no reelabora la historia de su propia vida. O lo que es igual: su autobiografía.
[De la conferencia "Sobre la ficción autobiográfica"]

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La intimidad, para mí, no consiste en mantener mi vida oculta a los demás, sino en ahorrarme la intrusión de las vidas privadas de los otros. Por tanto, aunque mis aparatos preferidos potencian de manera activa la intimidad, veo con buenos ojos casi cualquier avance si no me obliga a interactuar con él.
[Del ensayo "Sólo llamo para decirte que te quiero"]


[Ediciones Salamandra. Traducción de Isabel Ferrer]

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