Lecturas de mí mismo se estructura en dos partes.
En la primera hay, fundamentalmente, entrevistas con Philip Roth que giran alrededor de sus obras, de su visión de la vida y de la política. Ésta, para mí, es la mejor parte de las dos porque es un género que me apasiona, sobre todo si el entrevistado es poeta, escritor o cineasta. Quien quiera saber más sobre la bibliografía del maestro Roth, no debe perdérsela.
En la segunda encontramos ensayos, artículos e incluso introducciones a los libros de otros autores. Aunque aquí brilla el estilo de Roth en la prosa, y su sabiduría analítica, reconozco que un par de textos me cansaron porque llega un momento en que el autor le da demasiadas vueltas a la narrativa judía (no digo que no me guste la narrativa de autores judíos: lo que digo es que al final tiene uno la sensación de cierta redundancia en torno al tema).
En cualquier caso, es un placer observar cómo analiza Roth los libros: sean suyos o de otros escritores (como Saul Bellow, Bernard Malamud, Franz Kafka o Milan Kundera). Aquí van algunas notas de este volumen:
Normalmente, las ideas de los libros se me presentan con el aspecto de puro accidente o azar, aunque, una vez finalizada la obra, en general veo cómo lo que ha tomado forma se engendró en la interacción entre mi narrativa anterior, la historia personal reciente no digerida, las circunstancias de mi entorno inmediato, la vida cotidiana y los libros que he estado leyendo y sobre los que he dado clases. La relación cambiante de estos elementos de experiencia centra el tema, y entonces, meditando en ello, encuentro la manera de asirlo.
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Convertirte en una celebridad es convertirte en una marca.
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Viví en el Lower East End durante unos seis meses con gran insatisfacción: no me gustaba la escena "literaria", no me interesaba el mundo editorial, no podía dominar los estilos de combate sexual que estaban en boga a fines de los años cincuenta, y, como no trabajaba a sueldo del comercio, la industria o las finanzas, no veía muchos motivos para seguir allí.
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Mire, el arte también es vida. La soledad es vida, la meditación es vida, el fingimiento es vida, la suposición es vida, la contemplación es vida, el lenguaje es vida. ¿Hay menos vida en dar vueltas a las frases que en fabricar automóviles? ¿Hay menos vida en leer Al faro que en ordeñar una vaca o lanzar una granada de mano? El aislamiento de una vocación literaria, el aislamiento que supone mucho más que sentarse a solas en una habitación durante la mayor parte de tu existencia consciente, tiene tanto que ver con la vida como con la acumulación de sensaciones, o de empresas multinacionales ahí fuera, en el enorme tumulto. Me parece que en gran medida gracias al arte tengo una posibilidad de ir por lo menos al meollo de mi propia vida.
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Muéstreme a un escritor que no se enfurezca porque le malentienden, le leen mal o no le leen, y que no esté seguro de que tiene razón.
[Mondadori. Traducción de Jordi Fibla]