Hablando ex cathedra

Hablando ex cathedra Es la clase. Y explico a mis alumnos, seriamente, cosas creíbles en que yo no creo. Que el hombre del Barroco, por ejemplo, es distinto y distante de aquel de la Edad Media. Que algo cambia si unos hombres deciden ser vanguardia o publicar un manifiesto. Que la vida se afecta si el hormigón desplaza al arquitrabe. Ellos toman apuntes y parecen creerlo. Pero, ¿cómo explicarles, contra toda evidencia, que el tiempo nunca pasa? ¿Cómo decirles eso? Contra toda evidencia, que aquí estaremos siempre. Y que seremos no más de lo que hoy somos y ayer fuimos. Y continúo monótono y cansino, hablándoles de cambios y rupturas. Porque al mirar sus rostros con acne y maquillaje, su soñolienta piel elástica, sus piercings, sus cuadernos apenas comenzados, no acabo de atreverme a decirles que el tiempo nos entierra capa tras capa sobre el mismo sitio, que somos sustitutos del soldado que cae, y del actor que enferma, que jugamos una misma comedia con arreglos, que Edad Media, Barroco, Iustración, Romanticismo son tan sólo migajas de pavor en el bosque del tiempo del que nunca saldremos, y continúo dictándoles apuntes, explicándoles crisis, y cortes, y rupturas, y finalmente no, no me decido -no sé si es compasión o es puro miedo, y no sé si por ellos o por mí- a romper los esquemas, a salirme ni un pelo del programa. (Enrique Baltanás)



De Paula, siempre alimentándome

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