Limbo, de Agustín Fernández Mallo


Una vez que hubiéramos llegado al desierto, podríamos bordearlo, pero el camino más rápido sería entrar a él por el norte, por la también pista Nipton Road, para directamente descender hasta empalmar con la citada Kelbaker Road. El camarero hacía tiempo que esperaba que depositáramos los 18,75 dólares en la bandeja. No nos habíamos percatado de que alguna gente, de pie junto a la barra, esperaba mesa. Dejamos cuatro dólares de propina. A partir de ese día todos los estados comenzaron a parecernos iguales. Las diferencias se hallaban en los detalles, que fueron agigantándose. Recuerdo haber atravesado desiertos e imaginar que a alguien lo abandonaban allí únicamente con un trozo de queso. Recuerdo haber visto una clase de árbol que sólo crecía en el asfalto. Recuerdo haber visto a una monja jugar a una máquina tragaperras en un pequeño casino de carretera. Recuerdo haber llegado a un pueblo en el que había menos supermercados que armerías.

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Un hombre dictador siempre es un fallo del sistema, una mujer dictadora es un fallo de la especie.

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Pensé entonces que leer diarios no tiene nada que ver con leer la vida de alguien, sino con la ilusión de que se puede leer el tiempo de alguien. No así los blogs, me dije, que no siguen una línea temporal, sino que barajan el tiempo, toman los objetos, los utilizan y al momento los abandonan. Y esa manera en que los blogs se valen de las cosas, ese usar y tirar materiales para al instante tomar otros que también abandonarás, está ya en el Nuevo Testamento, que no fue el Libro de los Libros, sino el primer blog, el Blog de los Blogs. En efecto, el Nuevo Testamento se apropia de una idea y premeditadamente pierde el hilo, hilo al que volverá páginas más tarde, sí, pero ya será otra cosa, volverá como un objeto retro. Coger y abandonar, coger y tirar. Estamos, me dije, ante la propia esencia del consumismo, en el Nuevo Testamento está ya representada al completo la palabra "consumo" tal como la entendemos hoy: la sucesiva muerte y resurrección de nuestros cuerpos a través del compulsivo uso de ideas y objetos.


[Ediciones Alfaguara]

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