Aquí van algunos fragmentos de este estupendo libro, del que pronto hablaré en Playtime:
Tienes que dar el primer paso tú solo.
Avanzo a tientas hacia el borde del mundo.
Norteamérica se extiende ante mí como una bolsa para el mareo abierta.
Las nueve musas-hijas endulzan su aliento.
Y los nueve ángeles se despliegan y se preparan para arrastrarme.
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Dentro de dos años, el niño que está paralizado por el miedo sobre el puente tendrá catorce años y recorrerá a pie los dos kilómetros y medio que hay hasta la casa de su amigo bajo un cielo plano e inexpresivo mientras el sofocante sol australiano cae sobre él.
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El chico se hará mayor, y con el tiempo habrá otras canciones –no muchas, quizá diez o veinte en toda su vida– que sobresalgan por encima del resto de la música que conozca. Se dará cuenta, al hacerse todavía más mayor, mientras cruce la frontera canadiense y se dirija hacia Seattle, de que estas canciones no son sólo santas o sagradas, sino que son canciones de ocultamiento –lo que los aztecas llaman canciones carroña–, que tratan exclusivamente sobre la oscuridad, la ofuscación, el encubrimiento y el secreto. Se dará cuenta de que, para él, el propósito de esas canciones ha sido apagar el sol, crear una larga sombra y protegerlo del corrosivo brillo del mundo.
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Los nueve tormentos primarios de la creatividad son:
El aplazamiento debido al miedo.
El aplazamiento debido a la indecisión.
El aplazamiento debido al perfeccionismo.
El aplazamiento debido a que se espera la llegada de la inspiración.
El aplazamiento debido al caos y a la adversidad.
El aplazamiento debido a la enfermedad y al cansancio.
El aplazamiento debido a que se está criando una familia.
El aplazamiento debido a la superstición y a la religión.
El aplazamiento debido a la locura y al suicidio.
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Estarás ante el abismo y creerás que estás solo,
pero no estás solo.
Tienes toda tu historia anudada al tobillo, todos tus recuerdos,
todos tus familiares y amigos, todos tus enemigos,
todos los políticos y los que toman decisiones,
todos los comerciantes, todos los maestros y profesores;
colgarán como pianos de cola de tus talones,
pero respira hondo y da el primer paso con audacia.
Lánzate por el precipicio con todo el mundo a cuestas y verás.
¡Planearás con las alas de tu valiente bolsa para el mareo!
¡Será difícil, pero te elevarás!
¡Pero debes estar atento! Serás juzgado, y con dureza,
pero sólo por los que no se atrevieron a saltar.
Sentados en corro, dirán: Ese traidor, ese impostor de mierda,
¡miradlo! ¿Quién coño se cree que es?
[Sexto Piso. Traducción de Mariano Peyrou]