humo

lilyana karadjova


aun fumaba la última vez que sentí amor.
recuerdo
que tenía siempre
demasiado humo alojado entre las pestañas y
las manos
exudaban el color a la nicotina bajo la lluvia.



dejé de fumar porque el amor ya no era
suficiente excusa para mi muerte  
y la dignidad
de consumirme lejos del dolor
se hacía pesadilla
dentro de mi boca.



después,
ya nada valió la pena, el mundo
se convirtió en una oruga verdeagua al sol
y el olor
se enmarcó en la resplandeciente infamia

de la ausencia.