Las ruinas circulares
Trabajaba como cajero en la tienda de autoservicio de la Universidad Metropolitana. En seis horas atendía a un máximo de 10 personas. El comedor era excelente: el menú costaba 1.50 y los cocineros me preparaban platillos sin carne. Durante el tiempo muerto leía los libros y la revista de la Universidad. Lo más entretenido eran unos cuadernillos, los «Margen de Poesía». Descubrí a Arturo Carrera, a Eduardo Milán, a Eduardo Espina, a Olga Orozco, a Jorge Fernández Granados. No entendía nada. Enajenado. En la caja 5: autista con cuadernillo. Existió uno especial, uno que no dejaba:Raritan blues. Perdí varios ejemplares en sucesivas mudanzas. Busqué otros libros del autor sin resultado. Lo olvidé un poco. A los 34 años, ya con tres libros publicados y siendo compañero de catálogo de Chirinos en Liliputienses, reencontré en la Hemeroteca Nacional un ejemplar. «Con alivio, con humillación, con terror» comprendí que una parte de mis textos eran derivaciones del peruano.
Esta mañana me he mirado en el espejo
y he visto mi cara todavía joven, las canas prematuras,
la espinosa barba de una noche que se niega a ser afeitada.
Pronto dejaré los 33 años.
Compruebo con alivio que todo ha sido un mal sueño,
que ninguna Ligia ni Zoraida tenderá ante mí sus manos de hueso,
que ningún viejo amor vendrá a buscarme
en ningún sueño de guantes negros.
Mañana cumpliré 34
y el próximo año 35, qué halago
para un admirador de Dante.
Pensar que siempre quise tener los 35
para escribir un poema que empezara:
“En medio del camino de mi vida”:
Pero no es ésa la voz que me persigue
sino otra que se planta tenaz en el espejo
y me dice que es sólo un año más,
que nunca conoceré el paraíso,
que las selvas oscuras no han sido hechas para mí.
y he visto mi cara todavía joven, las canas prematuras,
la espinosa barba de una noche que se niega a ser afeitada.
Pronto dejaré los 33 años.
Compruebo con alivio que todo ha sido un mal sueño,
que ninguna Ligia ni Zoraida tenderá ante mí sus manos de hueso,
que ningún viejo amor vendrá a buscarme
en ningún sueño de guantes negros.
Mañana cumpliré 34
y el próximo año 35, qué halago
para un admirador de Dante.
Pensar que siempre quise tener los 35
para escribir un poema que empezara:
“En medio del camino de mi vida”:
Pero no es ésa la voz que me persigue
sino otra que se planta tenaz en el espejo
y me dice que es sólo un año más,
que nunca conoceré el paraíso,
que las selvas oscuras no han sido hechas para mí.
La confrontación con el cuerpo y la identidad. La serena complacencia ante la ruina que sucedió y llegará. La aparente «maldita sencillez» del lenguaje y la estructura. El cuidado de la maquinaria de los remates. La admiración por el florentino. La imposibilidad de realizar La Comedia, de pisar el paraíso y de entrever los sitios donde se pierde la esperanza. Vivir en un limbo metafísico en la pequeña superficie de mi escritorio.
Para leer completo este ensayo sobre un libro de Chirinos ir a