Regresiones es, ni más ni menos, la novela que siempre había querido escribir. Aunque han tenido que pasar muchos años, más de dos décadas desde los hechos que narra, para poder hacerlo a mi gusto y estar satisfecho (mucho) del resultado. Creo que, en el fondo, siempre ha estado en mi cabeza tal cual la he entregado a imprenta, pero he necesitado la perspectiva del tiempo, más que con ningún otro libro, para poder escribirla así. Y es, también, una deuda pendiente conmigo mismo y con el León que viví en mi infancia y juventud al fin saldada. Me lo decía la gente a menudo: has escrito de muchas cosas, pero no de aquello, del León de la dictadura y la Transición, del León subterráneo de los 80, de las pandillas y bandas de rock de aquel tiempo, de los Cardiacos y Los Flechazos y Deicidas y Ópera Prima y Veredicto Final (mi grupo), del Húmedo y del CCAN, de los fanzines y las alcantarillas... Pero era para mí siempre una tarea pendiente, mientras, en cambio, iba escribiendo con regularidad otros libros, poemarios, relatos, ensayos y novelas, un buen puñado de ellos ya. No sé si tenía prejuicios, me intimidaba hacerlo, me faltaba técnica, tiempo o disciplina, pero el caso es que escribir esta novela era, repito, algo que siempre había querido (y hasta ahora no había podido) hacer. Supongo que necesitaba, simplemente, más perspectiva, y ese poso de nostalgia que va dejando el paso del tiempo, absolutamente necesario para abordar lo que yo quería escribir y hacerlo como finalmente lo he hecho. No el León de los filandones, los pueblos sumergidos y abandonados, la guerra civil, los maquis, el folclore y la tradición, sino el León que yo y muchos otros de mi generación vivimos entre los años 70 a 90, urbano y efervescente, salvaje y cautivador, que muy poco tuvo que ver con el rural que reflejaban las novelas que entonces aquí se escribían. Que yo sepa, además, nadie ha escrito aún sobre esto, ningún libro hasta ahora ha abordado todo aquello, nuestro León contracultural y subterráneo, y estoy realmente orgulloso de haberlo hecho yo, que viví en primera línea (y con las baquetas en la mano) aquellos días. Y estoy seguro, también, de que mucha gente de mi generación se reconocerá en esta novela, en los hechos y vivencias que relata, en las calles y bares donde se desarrolla, en las canciones y libros de los que habla, en las anécdotas que narra y en aquel espíritu festivo e irrepetible de la Movida y la Transición.
God Save the Trippers: El ritmo continúa.
Vicente Muñoz Álvarez, para Bebiendo Versos.
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