Sesión de cine, de Robert Coover


Siendo un autor divertidísimo y muy dado a los juegos, no obstante Robert Coover no es un escritor con el que todo el mundo conecte. Y no es porque sus libros puedan ser más o menos complejos, sino porque su deconstrucción de las historias clásicas (cuentos infantiles, películas de Hollywood, etc) desconcierta totalmente al lector. Pero lo explicaré con algunos ejemplos:

Leí Noir cuando salió a la venta. Disfruté de la novela, pero me desorientó por completo. Me costó entender que no era una novela negra que siguiera las reglas, sino que parodiaba al género. Un tiempo después supe que Pálido Fuego iba a editar su obra magna, La hoguera pública, y releí Noir, sabiendo un poco más del autor, y sabiendo que lo suyo no era homenaje, sino deconstrucción, quiebra de normas, fuga de modelos. Y Noir, entonces, me gustó mucho más.

Con La hoguera pública, en cambio, conecté de inmediato. Ya estaba preparado para la burla, para la sátira, para esos laberintos narrativos en los que Coover maquilla un poco la Historia y además mezcla a los personajes reales con figuras míticas de la cultura popular.

Días atrás me acordé de algo: tenía un ejemplar de Sesión de cine por ahí, perdido en el lío de mi biblioteca. Contiene unos 12 relatos que giran en torno a las películas, especialmente las de Hollywood. Por sus páginas desfilan Charlot, los pistoleros del western, los protagonistas de Casablanca e incluso los dibujos animados que se mezclan con las personas de carne y hueso. Y reconozco que me ha costado conectar con algunos de los textos. El dedicado a Charlot, por ejemplo, es muy brillante porque va convirtiendo los habituales gags (caídas, persecuciones, golpes) en un festival de sangre, alcohol y humillaciones, pero es cierto que cansa un poco porque es una descripción de las acciones del personaje (el autor nos está narrando un corto) a lo largo de 30 páginas.

Sin embargo, hay tres textos que me parecen grandiosos: en uno de ellos, "Duelo en Gentry's Junction", Coover realiza su particular parodia-homenaje al western, con paralelismos entre dicho relato y Solo ante el peligro; en otro, "Dibujos animados", se juntan esos cartoons con hombres de verdad, algo que recuerda bastante a las peripecias de Roger Rabbit; y, por último, "Tócala de nuevo, Sam", donde el autor coloca a Rick y a Ilsa en un interludio sexual que es como dinamitar la imagen de los clásicos: echan un polvo, beben y fuman, se lo comen el uno al otro… Por estos tres relatos, ya digo, merece la pena. En los otros me costó entrar (salvo en el de Charlot). Y acaba de salir traducida su novela Ciudad fantasma, que espero leer pronto.


[Anagrama. Traducción de Mariano Antolín Rato]

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