Italo Calvino: Mr. Palomar.
Harcourt Brace & Company. Traducción al inglés de William Weaver.
Me lo regalaron hace bastantes años, en un país lejano, pero lo leí hace no mucho, respirando polvo, mucho polvo, presente en cada página y en cada borde de cada página. Un asco, vamos.
De mi regalador aprendí a decir I was afraid you were never going to ask sin trabarme la lengua. Ahora yo se lo envío a un señor de Murcia del que solo sé que no sé nada: poeta, padre, de vez en cuando se marca un artículo, de tanto en tanto publica un libro... Cuatro pamplinas y media, vaya. A saber qué hace con Calvino. Con que lo deje cubrirse otra vez de polvo me conformo.
Palomar, el protagonista, comparte nombre con el observatorio californiano y no carece de vena escrutadora (ni poética). Dividida en tres partes —descriptiva, narrativa y meditativa— la novela fluye y ahonda en reflexiones exquisitas. Comienza frente a una ola, cuya contemplación solitaria es salpicada por la desnudez de una mujer. Pasa por ciudades, jardines y zoológicos. Termina frente al ego, la muerte y el universo.
En resumen: una obra que me gusta, ausente y etérea. «Si el tiempo es finito, cada instante de la finitud puede ser descrito, y cada instante, al ser descrito, se expande de forma que su fin se pierde de vista»*.
No oculto ni desvelo su final. Aquí lo dejo, en forma de audio, para que lo escuche quien quiera*.
* Traducción propia, voz propia.
** Título original: Palomar. Editada en español por Siruela.