el amor es tu calle para siempre
Yo también quise la lluvia esa tarde. Que dijeras las cosas que se dicen, el valor de pertenecer a un poco de luz que siempre es demasiada, reconocer entre los animales al animal. Y lloverte. Como si la historia no fuera algo más que la explicación o mi carta sentada frente a la iglesia. Los pantalones cortos y esas frivolidades de la vida, la guerra que comienza después antes y durante y es hermosa, sacame la remera, buscame sin consuelo, ya te encontré. Así se llora, con el viento dando en la cara. Así aman los culpables. Así lloran los padres de la tarde y de la noche, la madrugada que es apenas todo un enero rebosante, decirte estoy desesperada, mirame las manos, tocame con todo el sudor de la frente en la cocina de mamá, dale, llorame vos también, claro, así, contra la pared, hoy nos encontramos, todos los días nos encontramos, el amor es tu calle para siempre, pasar mil veces por la puerta sin llamar pero llamando con el grito de profundis, el color guardado debajo de una foto blanco y negro, muchísimo tabaco, la lluvia en la quietud del cuerpo, el cuerpo lleno de cartílagos en movimiento. Qué linda es la palabra nosotros, nosotros de la mano, nosotros llorándonos de amor, golpeando puertas, las desesperaciones creciendo a gotas en la frente, la huella de haberte curado cien veces la entrepierna, el fulgor de lo encendido. Así se llora por la tarde. Así aman los que acuden a la palabra como un cántico de hojas meciéndose en lo creado, la misma noche cada vez viniéndonos a ocupar las manos. El derecho a saber que el silencio concurrido es, a veces, más cierto que la tinta roja que irrumpe cuando lo que somos viene a ocuparnos las ramas verdes.