La sal, de Jean-Baptiste Del Amo


Muchos lectores quedamos fascinados con la primera novela del joven Jean-Baptiste Del Amo, Una educación libertina, que recomendé aquí hace casi un año. La sal, una novela quizá menos ambiciosa, es sin embargo otra maravilla, que se incrusta más en el lector porque habla de algo que todos conocemos de primera mano: la familia. Novela sobre el auge y la caída y la descomposición y el resurgimiento de un clan y de las ramas que han surgido (las familias de cada hijo, las relaciones que acaban o las que empiezan), parte del día en que una madre pretende juntar a sus hijos para cenar y, siguiendo los pasos de Virginia Woolf en esa prosa que enlaza recuerdos que van y vienen como si fueran olas de la costa en la que la madre vive, activa la memoria para presentarnos el pasado y el dolor de cada familiar.

La sal ("la sal de la vida", como apunta la traductora en el apéndice) abarca bastantes temas (la familia, el sexo, la homosexualidad, la decadencia, el maltrato, el padre como déspota, la enfermedad, el perdón, la culpa…), pero, sobre todo, creo que es una novela sobre la pérdida, ya que cada personaje principal vive arrastrado por el dolor de una muerte. Louise, la madre, es una viuda que perdió a su marido por el cáncer. Jonas, uno de los hijos, perdió a un antiguo novio por el sida. Fanny, la hija, perdió a su propia hija en un accidente a orillas del mar. Albin es el único de los hijos que se lamenta por la muerte del padre, y su matrimonio va a la deriva: tarde o temprano también perderá a su mujer, aunque no por la muerte sino por la ruptura. Todos, en suma, están jodidos, y no saben si la cena familiar será un ajuste de cuentas o un paso hacia el perdón.

Es evidente la destreza del autor para profundizar en los temas que trata, y su dominio de la prosa, el ritmo y la estructura, y su fascinación (que nos contagia) por todo aquello que sea escatológico, repulsivo, putrefacto, escandaloso y no apto para paladares sensibles (algo muy presente en su anterior libro). A Del Amo sólo se le puede reprochar su obsesión por ir, a veces, un paso más allá buscando palabras extrañas o intentando que todo suene más barroco y retorcido. Pero, por fortuna, son excepciones, ramalazos que aparecen de vez en cuando. El libro incluye, además, una estupenda conversación del autor con su traductora, Lydia Vázquez, que una vez más ha hecho un trabajo muy notable. Por cierto, estos días se publica en España otro libro del mismo escritor: Pornographia (también editado por Cabaret Voltaire), que espero leer pronto. Aquí van algunos apuntes que me han llamado la atención:

Con la llegada de los hijos, habían aprendido a hacer el amor en silencio.

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El mundo sólo se presenta a nosotros con claridad en el instante del sueño o en las primeras horas de la mañana, pero siempre cuando la conciencia se ha liberado del lastre del cuerpo.

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Su familia es ese río de curvas imperceptibles cuya verdad sólo puede capturarse en el lugar donde afluye la memoria de todos para desembocar, unificada, en la mar.

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Subestimamos siempre la capacidad de la gente a sobrevivir a la desaparición de los suyos.


[Cabaret Voltaire. Traducción de Lydia Vázquez Jiménez]

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