Las sumas y los restos, de Ana Pérez Cañamares


Dicen que a los supervivientes de los campos
les dolía la primavera. Cómo podían los árboles
retoñar sobre las fosas comunes. Las abejas
libar. Las mariposas vivir su breve vida
infinitamente más feliz que la de ellos
por breve y por vida.

Aquí, en el limbo de 8 horas bajo fluorescentes
el del insulto sutil y las cadenas de letra pequeña
el de los edificios inteligentes y los chistes tontos
el de las fosas comunes de los sueños
y los barracones con aire acondicionado

aquí, en el limbo, la primavera es una mentira
como una misa o un anuncio de detergente.
Como en toda mentira, lo que hace más daño
es la voluntad de mentir, elevada a industria y arte.
El plan de exterminio de la verdad.

En el infierno la primavera era una ofensa.
Aquí es una burla; mostrarnos por una ventana
un paraíso prometido que siempre cae en lunes.

**

He superado depresiones
dolorosos desamores
lutos inesperados
vacíos existenciales.

De todo ello me sacó
el aburrimiento.
Aburrida de estar triste
me forcé a pasar de etapa.

Por eso temen tanto
nuestro aburrimiento
los que nos mantienen
entretenidos.

A la revolución por el hartazgo.

**

Los platos que me regaló mi madre
están ya deslucidos y pasados de moda.
Cuando hacemos limpieza
nos miran como enfermos agonizantes
que no entienden qué queremos de ellos.

Pero son los platos que me regaló mi madre
que ya nunca volverá a regalarme
nada.

Si un día nos decidiéramos a tirarlos
intentaré escuchar su voz en mi cabeza:
"las cosas, hija, son sólo cosas".

Mi madre no está en un plato.
Mi madre está en el pan que como.


[Editorial Devenir]

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