Ridruejo

UMBRAL DE LA MADUREZ
(Elegía después de los treinta años)

Recuerda, camarada, aquellos días que nos están envejeciendo, aquellos que han anticipado nuestra desalentada prudencia. No llores, no maldigas, no te vuelvas airado contra tu corazón. No era ciertamente la vida lo que se ha escapado de las manos como el agua, como el aire o como el fuego dejándote en cenizas. Era menos y más que la vida, era el resol de eternidad que sólo al joven le es dado entrever, porque sólo él sabe que el tiempo es corto y el espacio pobre cuando su corazón ha creado otro reino distinto. (…)

(…) La vida es, camarada…
Pero ahora recuerda, solamente recuerda.
Sea tu compasión sin llanto y sin reproche,
y sea, sobre todo sin magisterio vano.
No clames tu experiencia.
Es tiempo de silencio y destreza piadosa.
Sobre todo no quieras escarmentar ahora
al que viene detrás y va por su camino.
¡Oh!, no enseñes al joven;
no le digas mostrando tu pequeña impotencia:
“Mirad, jóvenes, esta, la verdad de la vida”.
Que no sepan por ti… Pero no sabrán nada;
sus ojos no te ven, sus oídos no escuchan. (…)

dionisio(…) Y si has de llorar vertiendo las cenizas de tu sangre
sobre las cenizas del empeño maltrecho y remoto,
busca la soledad y ríndete en silencio.
Clama tu corazón de rodillas: ¡Dios mío!
Dionisio Ridruejo


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