Lolito, de Ben Brooks


Sé que este libro despierta prejuicios entre muchos lectores: lo ha escrito alguien muy joven (lo cual enciende odios y menosprecios, las más de las veces), tiene un título ligeramente cursi, se encuadra dentro de la Alt-Lit o como se llame… Pero el interior desmiente y desarticula esos prejuicios. Reconozco que fundamentalmente lo pillé porque lo alaba el mismísimo Nick Cave, dado que Crezco, la anterior novela de Brooks traducida en España sólo me pareció entretenida. Lolito va más allá. Creo que hay un paso hacia la madurez, y leyéndolo se convence uno de que Brooks parece más mayor de lo que indica su fecha de nacimiento.

En estos meses he leído o visto varias obras relacionadas, primero, con una herida emocional fruto de una ruptura, y, segundo, con la comunicación en tiempos de redes sociales y avance de nuevas tecnologías. En algunos aspectos, el punto de partida de Lolito no es muy diferente al de Her y, en su desarrollo, recuerda un poco a Don Jon. En Lolito hay un narrador de 15 años cuya novia acaba de traicionarle. Todos hemos pasado por ahí alguna vez: el amor frustrado en la adolescencia o en la primera juventud, el que te deja una marca imborrable y quizá determine tus actos en el futuro. Es lo que le sucede al narrador: corta con su novia y la vida ya no tiene sentido, sólo quiere estar tumbado en la cama sin que nadie le moleste, sólo quiere volver con ella pero sabe que no debe ni puede volver con ella. Así que acaba metiéndose en sesiones de chat para conocer a otras mujeres. A mujeres de verdad, no a adolescentes. Y empieza a conversar con una mujer de cuarenta y tantos que tiene ya hijos, pero sabe lo que quiere.

Lo que cuenta la novela es el fin de una relación y el comienzo de otra, en ese intervalo de tiempo en el que uno está jodido por lo que acaba de dejar atrás y, al mismo tiempo, ilusionado por lo que está a punto de comenzar. Como en Her. Como en Don Jon. Como en tantas historias, reales o ficticias, literarias o cinematográficas. Lolito tiene un protagonista que te engancha desde el principio porque narra con naturalidad, porque cuenta cosas muy actuales, porque nos habla de nuestras relaciones en el presente (el Historial de Google como reflejo de la identidad de una persona, Facebook como lugar de vigilancia, el chat como herramienta para disolver un poco las tardes de soledad). Y también porque alcanza un tono de lirismo que no cae en la cursilería. Para quien no esté convencido, otro apunte más: la traducción es de Zulema Couso, lo cual es una garantía. Os dejo, de muestra, con algunos extractos:

Sabía que la abuela estaba muerta. Ya había visto suficientes cuerpos muertos en la televisión. Ese era exactamente el aspecto que tenían. No queda ánimo de lucha bajo la piel y todo se viene abajo, como una cometa dentro de casa. Todo cae donde la gravedad quiere que caiga porque está esperando para fundirse de nuevo con la tierra y volver en forma de perros y oro y flores.

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Clico en chatadultos y selecciono la categoría de “chat adulto”. Las líneas de palabras y emoticonos y carcajadas destellan y suben tan deprisa como los números de una matriz. Si la gente se riera y sonriera tan a menudo en la vida real, la vida real sería mucho más soportable. Si la vida real fuera una enorme sala de chat, todo el mundo tendría que ser sincero con todo el mundo y nadie se habría medio follado a Aaron Mathews a escondidas y nadie estaría solo.

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No entiendo por qué la gente no es capaz de dejar que los demás se queden tumbados en la cama y desaparezcan lentamente si es lo que quieren.

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Lo que hace las cosas más difíciles de lo que son es cuando ves a alguien y estás seguro de que esa persona no quiere estar sola y tú sabes que no quieres estar solo pero no podéis no estar solos los dos juntos por culpa de algo como que ella tiene cuarenta y dos años y tú quince, o porque ella tiene hijos y a ti te espera tu madre en casa. Esto es lo que más me complica la vida. Es una puta basura.

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A la gente le gustan los abrazos. Creo que todo el mundo quiere que lo abracen a todas horas, pero a todo el mundo le da miedo y nadie lo hace. Todo el mundo tiene que quedarse sin abrazos.

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Tratamos de llenar el espacio que nos separa con palabras vacías. Le pregunto cómo está. Dice que bien. Me pregunta cómo estoy. Digo que bien. Le pregunto qué tal el viaje. Me dice que bien. Me pregunta si he estado aquí alguna vez. Le digo que no. Es como las conversaciones que tienes con los profesores cuando te los encuentras fuera de clase. Cuando sabes que debes decir algo pero no sabes el qué.

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Estuvimos juntos mil treinta y siete días. Los acabo de contar. Son muchos días. En este tiempo te salieron las tetas, mi polla se volvió de un color como marrón y los dos crecimos y nos presentamos a los exámenes. Creo que esto significa que cuando salgamos con otra gente será diferente. Salir con otra gente me parece algo imposible de imaginar. No sé. Me da la sensación de que a todo el mundo le asustan las cosas que desaparecen.

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No creo que debamos ser amigos porque te he visto el coño y sería raro. Cuando se me olvide cómo es podremos ser amigos, pero a lo mejor entonces ya seremos viejos.

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Mi padre sonríe.
-Sólo acuérdate de comprobar que continúas teniendo los brazos y las piernas y el torso y la cara. Estás vivo. Seguirás vivo durante mucho tiempo. Todo lo que te pasará ya me ha pasado antes a mí, y a tu madre, y a tu abuelo. Y hemos sobrevivido. Por ahora. No hay problemas nuevos, sino nuevas formas de solucinarlos.


[Blackie Books. Traducción de Zulema Couso]

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