Lo fácil es hacer noir en París o “confidenciales” en Los Ángeles, no tiene truco. Lo que requiere apretarse los machos es plantar a un jefe de la guardia municipal llamado Plinio en Tomelloso y empezar una novela negra, y que además no se te caiga de las manos. Nuestro cruzado particular se llama Francisco García Pavón, y si no le han echado una ojeada, pueden comenzar por “El reinado de Witiza“, la última de las aventuras de Plinio recuperadas por la editorial Rey Lear. Tenemos un planteamiento con un muerto desconocido que aparece en un nicho, adornado por todo tipo de incógnitas y teorías que se irán develando en una clásica trama deductiva. Sin embargo, lo interesante de esta serie no se halla en el combustible especulativo que alimenta el misterio, sino en la recreación cuidadosa de la España desarrollista y sus personajes, auténticos bodegones que se quedan en la memoria como “fotografías oscuras”, salpicada por los diálogos, picantes, irónicos, sensatísimos en su mayoría, a los que podemos añadir la plusvalía de un humor desprejuiciado, “usted tenía que haber nacido en Chicago, pongo por sitio perverso, aquí la gente es muy llana y de buen natural y no se mata nada más que en casos de mucha precisión". Por todo ello es un placer asistir a los lances de Manuel González, alias “Plinio”, acompañado por una corte de los milagros que se desplaza en Seiscientos y en vez de whisky toma vino blanco, capaz de desarrollar completos catálogos acerca de los diferentes tipos de tetas o hacer caretas del muerto anónimo para ganar unas perras con su venta, convirtiendo el pueblo en un remedo de “V for Vendetta“. Declaraciones solemnes como la de Celedonio, “Comer siempre comí porque no había más remedio. Beber, por matar el gusanillo. Dormir, lo preciso. La fornicativa en lo propio y en lo ajeno fue mi única empresa. Para mí, el sexto mandamiento, letra muerta”, se mezclan entre chato y chato con las más clarividentes reflexiones, “pensaba en la vida del pueblo, vidas quietas como lagos, y muy de tarde en tarde, un raro acontecimiento, un crimen, una catástrofe que a todos saca de su letargo y queda como una página histórica, molturada en miles de conversaciones durante años“. Esto es Plinio: en su casa no hay caviar, pero sí unas berenjenas picantes muy sabrosas.