Todo el tiempo – Mario Levrero

Sin proponérmelo, esta es la tercera vez que acabo el año leyendo a Mario Levrero. Supongo que se deberá a la parte surrealista y grotesca de estas fechas navideñas, tan disparatadas que todo es posible, al igual que en la narrativa del escritor uruguayo. La novela luminosa en 2011; la relectura de la Trilogía involuntaria en 2012; y, ahora, Todo el tiempo, conjunto de relatos que compré vía Internet a una librería uruguaya hace casi un año.

El libro fue publicado en 1982, justo después del último título que cierra la Trilogía involuntaria, esto es, El lugar. O, lo que es lo mismo, en plena primera etapa levreriana, donde trataba de imitar, él mismo lo reconoció, el estilo de Franz Kafka. Si bien es cierto que donde más se aprecia la influencia del escritor checo es en el libro La ciudad, aún se puede rastrear el influjo de este en Todo el tiempo, aunque Levrero ya va puliendo su particular estilo, aquello que el crítico Ángel Rama llamó el grupo de "los raros" y que incluye a Felisberto Hernández, entre otros.

El libro está compuesto por tres narraciones de extensión media, entre treinta y sesenta páginas.

Alice Spring es el primer relato. Hace referencia a un pueblo australiano adonde llega un circo magnético regentado por Mariarrosa, una mujer-niña, y su padre inmortal tras vencer a un autómata en una partida de ajedrez. El tonto del pueblo, el gigante y bonachón Dante, se enamora perdidamente de Mariarrosa y prometen casarse cuando el circo regrese a la ciudad. El segundo capítulo de este relato largo comienza con la llegada del narrador a la ciudad. Un escritor mediocre que llegó por amor y ahí se quedó, plantado y deseando regresar a Uruguay pero sin un duro en el bolsillo. Comparte buhardilla con Dante y juntos intentan ahorrar para conseguir el pasaje a su país. Todo cambia cuando conoce a Marie, una francesa por la que está dispuesto a matar al marido, atracar un banco o irse con ella a París, como finalmente ocurre. Una vez en la capital francesa, el narrador descubre por casualidad el circo magnético del que tanto ha oído hablar a Dante. Dentro se desarrollan una serie de escenas encadenadas de manera surrealista. Por último, el circo regresa a Alice Spring, cerrando así el círculo y el relato.

Este primer cuento tiene dos características poco levrerianas. El primero, un desarrollo bastante realista para la obra de Levrero, salvo cuando el narrador se encuentra en el circo magnético; y el segundo, la tercera persona del narrador en el primer capítulo del cuento, si bien es cierto que en realidad es un engaño, puesto que el narrador está camuflado de narrador omnisciente, cuando en realidad es un narrador protagonista.

El segundo cuento es el más extenso y el mejor de la colección, al menos en sus dos primeras partes. Luego la acción de dispara en múltiples direcciones y no sabes por donde va a ir. Se titula La cinta de Moebius. Aquí vemos a Levrero en estado puro. Imaginación desbordante, concatenación de acontecimientos, sensualidad, sexualidad. A los padres del protagonista les ha tocado un viaje para recorrer Europa. Discuten si es conveniente que vaya el niño o no. Al final va y, por diferentes compromisos, buena parte de la familia y amigos se acaban uniendo a la expedición. Por el camino van muriendo algunos, otros se quedan en puntos intermedios a guardar luto por los difuntos. Nada de esto importa, todo ocurre con total (a)normalidad. Hasta la llegada a París, el relato es una delicia, está muy bien estructurado, los episodios breves e hilarantes tienen mucha fuerza. A raíz del encontronazo del protagonista con una prostituta, el cuento pierde fuerza pero, sobre todo, unidad. Aparece algún personaje salido de la chistera que no aporta prácticamente nada. Si fuera un cuento por si mismo quizás tendría más valor, pero al tratarse de una parte dentro de un todo, hace que cojee. Aún así, se trata de un gran relato.

Por último, cierra el libro el cuento que da título al volumen, Todo el tiempo, el más enrevesado y de dífícil comprensión. Al inicio el protagonista es atacado por un tigre en el laboratorio de un amigo. Luego da paso a otras cuestiones y comienza a hablarnos de su familia y de las diferentes casas que tiene. Nos planteamos si no será que el protagonista está muerto y se está reuniendo con antiguos familiares también fallecidos pero el propio narrador lo desmiente a lo largo de las páginas.

Tres cuentos, los primeros que me leo de Levrero, que siguen haciéndome preguntar para cuándo se tratará con respeto y se editará la obra de uno de los mejores escritores uruguayos, junto con Onetti y Felisberto Hernández o Quiroga, de todos los tiempos.

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