Amanda Demme |
un monólogo interceptado en cualquier rincón,
(la princesa del relámpago y el trueno o,
una mascota adolorida simulando muerte)
los ciervos invadieron el campo con el que alguna vez soñamos
y la luna,
hace reflejo desde cualquier lado
siguiendo la lógica de las brújulas que siempre
apuntan hacia el mismo lugar
apuntan hacia el mismo lugar
una vez
tuvimos tres hijos:
dos eran varones
la nena, recorría cornisas y bebía
cantos
de noche
susurré:
el amor imaginario que nos dimos
-esos besos enfermos como acopio de nostalgias ajenas-
huele a abandono y destiempo
(no hay silueta impura en la desnudez
ni llanto posible atrapado entre la arena)
soy fácil,
tan fácil
que se me despinta el destino a mordiscones
(todo lo que pudimos arrancarnos sabe a menta y pinos)
pensemos: el día que desperté en tus brazos
y,
la certeza de que serías mi próxima pérdida
[[ hago un nuevo espacio para construir podredumbres
acá,
en mi rincón impúdico,
en la clandestinidad de las mentiras
(sé que él tenía un lunar que yo adoraba.
le había dibujado un altar
con mis dedos) ]]
respiro el aire encriptado
guardo la correspondencia.
siempre hay un vacío que es mío y
no puedo alejarlo
entonces digo:
sí, el final es
sí, el final es
sintagma de cualquier cosa y de las relevancias:
su lunar.
aun lo conservo escondido
entre mis dedos.