Llevaba tiempo con ganas de abrir la ventana,
pero temía que, si asomaba la cabeza,
al quedar enmarcada por el azaroso dorado de las hojas,
le confundieran con el sol.
Había oído algunas historias sobre eso.
Al parecer, en Patacosmia, en los otoños,
los transeúntes son muy dados a estos embelesos.