El camino de Ida, de Ricardo Piglia

roth

Va, venga, vamos a ejercer lo que se llama la sinceridad salvaje (aquí, ahora, contra uno mismo). Cosas que no se dicen en público: yo, los Piglia, no soy capaz de acabarlos. Peor, tengo puesto en el Goodreads que Respiración artificial se merece cinco estrellas de cinco pero no debí de pasar de la página 80. Shame on me. Lo intenté también con Blanco nocturno y con Plata quemada, creo, nada, los empezaba y se iban perdiendo, yo me creía que los seguía leyendo pero no y un día habían desaparecido, ya no los leía, los había olvidado. El único libro que fui capaz de leer es Formas breves, pero no era ficción, era un mini ensayo sobre el relato que desde aquí les recomiendo encarecidamente pues es de lo mejor que he leído sobre el género. Pero las novelas nada, ni una. Uno no dice que no puede con los Piglia. La verdad es que tampoco es la sensación de que no te gusta lo que estás leyendo, simplemente se va deshaciendo la lectura, difuminando, y de pronto ya no estás leyendo. El libro te abandona. Eso me pasa con los Piglia. El camino de Ida, su último libro, sus 300 páginas, me lo he leído en un día.

Uno se sienta por la mañana y se le va el día y se ha leído el libro entero y sin embargo no quiero decir que este sea un libro bueno (que lo es) o que se lea fácil (que también), no de la manera que uno dice de un libro que se le van las horas volando. Me explico mal pero me explico. Se lee fácil pero no es facilona. El camino de Ida tiene dos caras.

Cara A. La novela de misterio, asesinato, conspiranoica, etc. En la Universidad de Granada un servidor tenía una profesora discípula de Piglia que le daba la asignatura de Narrativa Hispanoamericana del S. XX. Contaba la señora que se podía analizar toda la narrativa del XX en Hispanoamérica como si fuese narrativa policiaca colocando al detective en el lector. (No sé si esto era citando a Piglia a otro o de su propia invención). El caso es que Piglia traza una novela de misterio: hay un asesinato, hay un protagonista que decide investiga el asesinato, hay un detective privado y un jefe de policía, hay pruebas dejadas para que el protagonista y nosotros vayamos siguiendo la trama.

Cara B. La novela argentina. Ya hemos dicho en este blog que los argentinos lo que quieren es hablar sin control (bueno, un sin control aparente, lo tienen todo bastante controlado) ya sea en la madrileña calle Huertas o en su literatura. Teniendo a Borges y a Cortázar como plana mayor, se entiende. Por poner un ejemplo más gráfico, la literatura argentina son Cecilia Roth, Federico Luppi y un gallego (da igual si es Eusebio Poncela, José Sacristan, o el que sea) en una película eterna de Aristarain, sí, a mí tampoco me queda claro si estoy diciendo algo bueno o algo malo. El caso es que se dice, se escribe y describe y habla aunque no se vaya a ningún sitio o yendo da igual, se reflexiona, piensa, poetiza, se dicen boludeces, se filosofa, se habla de otros libros, depiglia otros escritores, de literatura (uno a veces piensa que todas las novelas argentinas son metanovelas y que todas las novelas argentinas hablan de Borges), y al final esa es su gracia y bien que está.

A mí me parece que hay un problema en El camino de Ida. La cara A se come a la cara B. Se traza una intriga tan intrigante que, llegado un momento, al lector sólo le interesa eso y las reflexiones sobre Hudson, Conrad etc. se las pasa por el forro porque quiere saber quién es el asesino. Por eso me parece que el libro falla, porque es poco humano, en el sentido de que traza una estructura tan férrea que es difícil escapar de ella y si no podemos escapar emprendemos la huída hacia delante, nos comemos el libro sin haberlo leído realmente. Ahora eso sí, hay una cosa que no se puede negar, es, tremendamente argentino.

P.D. Vale, no he hecho ni un breve resumen. Para el que lo necesite y no lea solapas (por cierto, la de Anagrama te revienta la historia entera) la cosa va de Emilio Renzi, trasunto de Piglia y participante en un porrón de sus novelas, cuentos, ensayos etc., que es invitado a una universidad americana como profesor. Allí, mientras vive en la miseria del invierno en las silenciosas ciudades universitarias del noreste americano se lía con su jefa, Ida, una eminencia en el mundo universitario a la que al poco de empezar asesinan. De ahí ya vamos a la intriga. Por supuesto que hay mucho más y que Piglia no va tras la intriga pero la necesita y en esa necesidad la construye tan fuerte que se lleva todo por delante.

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