No es que yo quiera ponerme a debatir sobre el género del cuento, creo que la discusión está agotadísima en lo que llevamos de s. XXI, o por lo menos yo estoy agotado de las eternas mesas de debates y charlas y lectures y encuentros para decidir qué es un cuento, un micro, una nouvelle, un relato. Sois muy pesaos. Lo que quiero venir a decir es que esto del Clemot no son cuentos, o por lo menos a mí no me lo parece.
Clemot ha hecho eso de recortar las historias y mezclarlas para disfrute de usted que puede dedicarse a recomponer, juntar, adivinar y recordar. A uno le pasa aquello de – ah, coño, pero si esto es la continuación de lo que l
eí hace 50 páginas. Hay a quién le gusta y hay a quién no. A mí, aquí, no me disgusta. No parece que esté troceado y ensamblado sin más, sino que la acumulación de fragmentos conforman un todo. Por ello, a mí, ‘Safaris inolvidables’, se me parece más una novela coral extraña (no es coral al estilo de ‘La colmena’, de nuestro Nobel fascio). Hay fragmentos, como ‘Hipocampo’, que realmente son simples reflexiones poéticas escritas en una bella prosa, nada más (ni nada menos).
Exceptuando la trama del marinero asesino, todo está muy hilado por esa voz (da igual qué trama siga la voz, es siempre la misma voz) que frente al ordenador visita lugares importantes en su biografía a través de un programa de mapas (imaginamos el google maps), lugares visitados desde el estatismo y la soledad de un cuarto y una pantalla de ordenador. Los ‘Safaris inolvidables’ son recorrer la propia vida como el que va a mirar monos y encima como el que los ve en un documental de la dos.
Otro de los hilos del libro es el anecdotario de historietillas sobre escritores que quizá, sea lo más interesante, sobre todo para uno que es un ignorante y le divierten los cotilleos literarios. Safaris inolvidables también está trufado de las ex de Clemot y de sus vivencias con ellas y de las cagadas que tuvo con ellas, esas cosas jodidas de la vida. Ah, ¿pero no es ficción? Sí, hombre, claro, pero ya tu sabeh. Al final no sabemos si los animales del safari son los escritores, las ex, o el propia alma de Clemot, a vista de pájaro, desde el ordenador.
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