Estoy muy contento con mis primeros días de prácticas en la sección cultural de El Periódico. Trabajo sobre todo en el ámbito de la literatura y ayer publiqué mi primer artículo largo: una entrevista a la escritora italiana Dacia Maraini, una de las autoras más traducidas e influyentes de la literatura contemporánea europea y candidata al Premio Nobel por su país el año pasado. Ha venido a Barcelona al hilo de la exposición «Pasolini-Roma», abierta hasta el 15 de septiembre en el CCCB. La obra de Maraini, que fue amiga personal de Pasolini, se ha caracterizado siempre por su compromiso con la sociedad y por su denuncia de las injusticias. La entrevista se publicó en papel pero no en internet, por lo que me ha parecido interesante subirla al blog.
–Uno de los aspectos que destaca la exposición respecto a la obra de Pasolini es su contemporaneidad. ¿Por qué es importante realzar hoy en día su figura?
–Por su cine, por su literatura, por su poesía sobre todo... era capaz de hacer muchas cosas, siendo un artista muy completo. También porque era un hombre con ideas que se anticiparon décadas a su tiempo.
–Usted fue amiga personal de Pasolini y también trabajó con él en el guión de una de sus últimas películas, Las mil y una noches. ¿Cuál era su personalidad y cómo era en su faceta profesional?
No era una persona muy habladora, pero sí muy dulce. Creía más en el misterio que en la razón. Como compañero de trabajo era infatigable, hasta el punto de que a sus colaboradores les costaba seguirle. Pero era muy agradable porque sabía valorar el esfuerzo de los demás y escucharles. Por aquel entonces yo apenas había publicado Memoria de una ladrona, un libro picaresco que le había gustado mucho. Por eso me invitó a colaborar con él en el guión de la película. Tuvimos que hacerlo en quince días, cuando normalmente se requieren por lo menos tres meses. Fue agotador pero un verdadero placer. Nunca tuvimos un choque porque él dejaba que me expresara.
–Alguna vez ha dicho que el escritor debe escribir sobre el mal, sobre lo que no funciona en la sociedad, como también hacía Pasolini. ¿Qué lecciones podemos extraer de la crisis económica?
Que todo cambia muy velozmente. El bienestar no es algo inamovible y el mundo se ha vuelto más pequeño. Europa no se puede considerar como una isla separada del mundo. Las relaciones con otros países como China, Rusia o Brasil son más importantes que nunca, lo que tiene consecuencias también internas.
–¿Vivimos malos tiempos para la cultura o esta todavía puede ser una fuerza inspiradora para mejorar la sociedad?
No creo que vivamos una mala época. En los tiempos de crisis se suele producir una explosión de creatividad, como ocurrió en Italia tras el fascismo. Ahora el gobierno de Berlusconi ha provocado que los escritores jóvenes vuelvan a mostrarse comprometidos y unidos en contra de la pobreza, la injusticia y los retos medioambientales, algo que parecía olvidado desde los sesenta. Quizá este sea uno de los pocos efectos positivos de la época de Berlusconi.
–La clase política no parece capaz de solucionar esos problemas.
Hay un divorcio entre los ciudadanos y la clase dirigente. La corrupción también es grave, aunque al menos ahora hay más información sobre ella. Pero no han sido los políticos quienes le han puesto freno, ha tenido que intervenir la justicia.
–Otro de los asuntos en los que se ha centrado su obra ha sido la desigualdad que sufren las mujeres. ¿Es más lo que se ha avanzado o lo que falta por conseguir?
Desde los sesenta se ha producido una emancipación y reformas legales que en teoría aseguran la igualdad. Pero cambiar las mentalidades es mucho más complicado. Hay costumbres arcaicas muy arraigadas que perpetúan antiguos privilegios e impiden que esa paridad sea real. Esta cultura machista no se da solo entre los hombres, también algunas mujeres participan de ella. El camino de la emancipación provoca reacciones furibundas. De hecho, los casos de violencia están aumentando sobre todo en el ámbito familiar.
–¿Qué destacaría de la cultura española o catalana?
Conocí la lengua catalana en Cerdeña, donde se habla este idioma. De los libros clásicos del castellano destacaría Lazarillo de Tormes, que fue uno de los libros que me cambió la vida cuando lo leí a los dieciséis años. Los italianos y los españoles tenemos muchos lazos en común, pero debería desarrollarse más el intercambio cultural, por ejemplo a través de las traducciones. Conocemos mucho mejor la cultura norteamericana que la europea. Somos víctimas que consienten el mercado americano y perdemos de vista que Europa es un continente lleno de ideas y proyectos.