Leonardo da Vinci: Fábulas & Cuadernos de notas.
Gadir, traducción de Elena Martínez & E.M. Editores.
El mundo infantil no me enloquece. Acaso porque fui una niña vieja y retraída. Era torpe, era gorda. No atesoro montañas de recuerdos mágicos. Ni encontraba demasiado divertido ese cuento edulcorado de la existencia.
Leonardo da Vinci nació el 15 de abril, fecha en la que cada año se publican noticias sobre él y en la que ha caído en mis manos Fábulas, un volumen para niños preciosamente editado por Gadir. Aprovecho para rescatar del librero Cuadernos de notas, compendio de reflexiones sobre arte, literatura, ciencia y filosofía recogidas en sus manuscritos. Ignoro cómo llegaron a mi vida, pero leo maravillada y con fruición.
¿Cómo pudo un niño zurdo (escribía en espejo) e ilegítimo nacido en un pueblito del mil cuatrocientos llegar a hacer lo que hizo, a ser quien fue? Vive hasta los 5 años con su madre, una campesina –o esclava árabe, según ciertas fuentes– de la que su padre, un notario acomodado, se enamoró. Se traslada después a casa de éste, donde recibe instrucción y se relaciona con su abuela paterna.
A los 14 se incorpora al taller de Verrocchio. Destaca en todo, aprende rápido; su mente es prodigiosa. A día de hoy su obra no ha perdido grandeza ni genialidad y su figura continúa despertando admiración. El ideal renacentista en 15 pinturas, dibujos, inventos, estudios anatómicos, ensayos, chistes...
Su agudeza es tan colosal como la cantidad de sus observaciones, apoyadas en dos premisas: Por encima de todo arte y ciencia, la naturaleza. Por encima de toda cualidad, la humildad.
He aquí alhajas varias:
«Nadie que no sea un matemático debe leer los principios de mi obra».
«Donde hay más sensibilidad allí es más fuerte el martirio».
«Salimos del cuerpo a disgusto y creo que con fundado lamento y pesar».
«Pobre es más bien aquel que desea muchas cosas».
«El que puede ir a la fuente no se contenta con ir a la jarra de agua».
«Corrige a tu amigo en secreto y alábale públicamente».
«Hablar bien del vil es lo mismo que hablar mal del honrado».
«Una pequeña verdad es mejor que una gran mentira».
«El que no castiga el mal consiente en que se haga».
«Las mayores decepciones provienen de las propias opiniones».
Y una despedida:
«Ni la avaricia ni la negligencia han obstaculizado estos ciento veinte libros. Sólo el tiempo. Adiós.» Leonardo.
* A Hugo Hilderink-Ruiz. Él sabe.