Desde pequeño me ha sangrado la nariz con los 'golpes de calor'. Esta tarde, al entrar en la pescadería, he notado que me volvía a pasar al ponerme debajo del split del aire caliente. El pescadero, al que he pillado en plena labor, ha sido muy amable y ha cortado un trozo de papel del que utiliza para limpiar el mostrador. Lo ha hecho con prisa alarmado por mi aspecto. El papel ha llegado mojado, con escamas y con un olor repugnante. Dada la urgencia, he tenido que llevármelo a la cara sin pensarlo. Hasta llegar a casa no he podido quitarme el olor a pescado de la barba. Se lo he contado a mi mujer y, muerta de risa, ha soltado una ordinariez que he tardado un rato en entender.