Ha llegado la hora –y esto es muy importante, niños– de que conozcáis las singulares prácticas educativas de aquel hombre al que nos referiremos en adelante como “el padre de Bogdano”, que suena a personaje de canción para saltar a la comba hasta morir o hasta estar preparado para jugar a otra cosa. Lo cierto es que el padre de Bogdano se dedicaba a cruzar libros como quien cruza perros de raza. Me explicaré: arrancaba las cubiertas de grandes obras de la literatura, separaba con cuidado la página de derechos, y a veces incluso la dedicatoria de aquellos escritores geniales; entonces, con las fundas de piel recién obtenidas de, por ejemplo, Los papeles póstumos del club Pickwick retapaba el cuerpo paginoso de, por ejemplo, la novela Raíces: vestía así una obra que hablaba de la captura y los días del esclavo Kunta Kinte y su posterior saga familiar con las letras en relieve y las guardas de justificado prestigio heráldico destinadas a Dickens. El padre llamaba a este método “educación híbrida”.