Semana anti racista (2 de 4). Amazing Grace (2006, Michael Apted). Bienintencionada hagiografía propagandísitica.

"Cuando la gente piensa en grandes hombres, casi nunca se acuerdan de los hombres de paz". 




Ahora que el abolicionismo vuelve a esta en el candelero por el estreno de Lincoln, la nueva y plomiza película de Steven Spielberg, vengo yo a recomendarles otra película histórico-abolicionista británica: Amazing Grace, una película con la que el Lincoln de Spielberg guarda un parecido más que razonable porque las desventuras políticas de sus protagonistas también lo guardaron.

William Wilberforce (1759-1833) pasó 20 años de su vida luchando en el parlamento británico para conseguir la abolición de la esclavitud. En 1796 la propuesta de Wilberforce para prohibir el comercio de esclavos no prosperó en la Cámara de los Comunes. Fue derrotado por solamente cuatro votos de diferencia. El motivo: una docena de parlamentarios abolicionistas estaban, la tarde de la votación, disfrutando de la Ópera Cómica de Londres...


Para conmemorar el 200 aniversario de la Ley para la Abolición de la Trata de Esclavos de 1807 (ojo, que no la abolición de la esclavitud que sería definitivamente prohibida en el Imperio en 1833) el director Michael Apted realizó una cuadriculada, luminosa, correctísima aunque algo tibia película titulada Amazing Grace, que es también el nombre de uno de los himnos cristianos más populares en el Reino Unido.

Reconozcámoslo: Amazing Grace es una película que roza la propaganda. Es un canto a la "santidad" de la figura de William Wilberforce, un personaje histórico que se nos presenta como un abnegado abolicionista que lucha incansablemente contra el Poder, lo que confiere a la película una patina de thriller político (lo mismo que sucede en Lincoln). El protagonista es, en todo momento, quien proyecta luz sobre las sombras de los demás (como Lincoln). W. Wilberforce fue el catalizador que consiguió que la opinión pública inglesa reaccionara con indignación tras conocer, gracias a testimonios de primerísima mano, las crueles e inhumanas condiciones en las que viajaban los esclavos y el terrible trato que sufrían en su posterior trabajo en las plantaciones americanas de caña de azúcar. Surgió entonces una de las primeras manifestaciones históricas de boicot a los productos manufacturados por esclavos. Grupos de presión alentaron a beber el té sin azúcar y muchos comerciantes publicitaron en sus negocios mensajes del tipo "Free Men Sugar".




Poco importa que Wiliam Wilberforce fuese un cristiano evangélico de la Iglesia Anglicana, un conservador metodista que soñaba con cristianizar a todos los esclavos. No importa que sus sombras, a la luz de nuestros actuales taquígrafos, puedan parecer un poquito alargadas, no importa que Wilberforce fuera un moralista propietario de fábricas en las que se explotaba a los niños, que fundara una Sociedad encargada de vigilar (y castigar) a los blasfemos o a aquellos que no respetaran la sacralidad del Día del Señor, que estuviera del lado de los parlamentarios que aprobaron la ilegalización de los sindicatos obreros británicos, que vetara la participación de la mujer en el movimiento abolicionista, etc, etc.

En fin, poco nos importa que William Wilberforce fuera el prototipo de cristiano muy preocupado por los negritos de África pero algo menos preocupado por los "negritos" de su patria, porque Amazing Grace es, prácticamente, una hagiografía y, como tal, posee un encanto irracional que da mucho gustito incluso a los seres hiperracionales como yo.

Además, una película en la que actúan Toby Jones, Benedict Cumberbatch, Albert Finney y Michael Gambon hay que verla sí o sí.


Amazing Grace cuenta con una ambientación sobresaliente, un diseño de producción magnífico y una riqueza de decorados y vestuarios despampanante. Es, sin duda, una gran película de época. Es ambiciosa aunque tenga alma de telefilm. No hay nada imperfecto en Amazing Grace pero tampoco hay nada impactante. Toda la emoción viene de la inspiración humanística que nos produce su visionado. Vale que el mérito no es de la película, sino de la Historia (con H mayúscula) que nos cuenta, pero hay grandes dosis de buenas intenciones en Amazing Grace, lo mismo que las había en la fe de William Wilberforce. Y eso, en los tiempos que corren, no es poca cosa, porque para conocer la biografía de William Wilberforce ya tenemos la Enciclopedia Británica.

Resumiendo: Amazing Grace (the movie) es igualita a Amazing Grace (the gospel): superficial pero emocionante.

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