Para comenzar el año, un relato actual con sorna y veracidad.
Como dice el refrán: “Al mal tiempo, buena cara”
Espero que os guste. Saludos,
Ann@ Genovés
Y EL GANADOR ES…
EL SR. PÉREZ
Señor Pérez
busque a su alrededor
y verá, cómo
no encuentra nada mejor
Me llamo Manuel, tengo tres churumbeles y una mujer encantadora. Ambos nos hemos quedado en paro. A ella, no le queda ni subsidio ni nada de nada y a mí se me acaba la prestación dentro de dos meses.
Mi chica, limpia algunas casas. Es tan hermosa, que me da pena verla de señora a chacha.
El lunes tengo una entrevista de trabajo y voy a comprarme una camisa decente. Llevo veinte euros: la vaca no da más leche. Voy rezando para mis adentros. Digo que soy ateo… Aunque, en situaciones peliagudas, todos nos acordamos del cielo y su santoral.
Encima, ese dichoso día, es nuestro aniversario. Se me retuercen las entrañas, pensando que no puedo comprarle ni un ramo de flores. Justo, cuando hace diez años que nos casamos. Siempre, he sido detallista: ella se lo merece.
Paqui –mi parienta- iba a socorrerme… Pero, David –el pequeñajo- ha cogido anginas y sus hermanos le han seguido. Están los tres en cama; mi mujer cuidándoles y yo a comprarme la puta blusa.
***
Acaban de empezar las rebajas del 2013 ¡pobres supersticiosos! Sin embargo, la temperatura es agradable. Miro hacia arriba y veo el cartel de un bufet de abogados; no puedo evitar pensar cómo sería nuestra vida si trabajara con ellos.
Soy letrado y las ofertas laborales a las que opto –con treinta y dos años- son, como mucho, para carnicero, dependiente o repartidor de pizzas: lo tengo chungo.
Voy paseando porque he querido recapacitar… ¡Eso he dicho en casa! Lo cierto es que no tenemos vehículo –lo vendimos el mes pasado- y no me queda guita ni para recargar el bono bus. Miraremos el lado positivo: estoy en forma.
Acabo de llegar al Centro Comercial “New City” donde se encuentra el todopoderoso comercio al que voy. Hay personas mirando escaparates. Pero, las tiendas, están vacías.
Por fin, “El Corte Español”, con la calefacción a toda pastilla y luminosos inundando la superficie… Éstos se lo comen todo. ¡Está atiborrado! “Ave, Caesar, morituri te salutant”.
Paqui era “cortespañoladicata”. Ahora, ni se acerca para no deprimirse.
Nada más entrar, una señorita –bastante acicalada- me pregunta:
-¿Caballero tiene nuestra tarjeta?
Nada más entrar, una señorita –bastante acicalada- me pregunta:
-¿Caballero tiene nuestra tarjeta?
-Por supuesto –me marco un moco para que me deje en paz el caramelín de turno.
Ando dos pasos y –un bombonazo siliconado- me aborda.
-¿Quiere probar la nueva fragancia de Ferragamo?
-Bueno…
-Mire le pongo un poquito en este dosificador –me embadurna de perfume, una cartulina alargada con el logo de la firma- y otro poco en el cuello del chaquetón para que huela bien…
No, si la pava querrá ligar conmigo –pienso con una mueca.
-Lo que tú digas, guapa.
Sigo mi trayecto hasta las escaleras mecánicas y miro el cartel de las ubicaciones:
-A ver… Primera planta: señoras. Segunda: caballeros. Tercera: joven. Directo a la segunda, si no encuentro nada, a la de joven. Paqui me ha dicho que, en la marca blanca, puedo encontrar gangas.
Antes de subir, se me acerca una madura –con un buen meneo ¡cómo me ponen las MILF!- Para no sé qué… Extiendo la mano:
-No gracias, no me hace falta –la espeto antes que diga alguna paparruchada y me encandilen sus morros.
Me apeo en la segunda. Al ver tantos stands, perchas, espejos, luces, escaparates y etcétera, etcétera... Me mareo. Me sujeto a un maniquí vestido con un traje de “Amancio Totusmii”. Al levantar la vista, atisbo el paraban de camisería.
-Buenos días –le digo al dependiente que sigue a su rollo doblando prendas y ni contesta.
Menuda mierda –rumio-. ¡Con lo bien que atendían antes! Ahora, no te dan ni los buenos días. A ver qué veo.
Estoy sofocado. He mirado tropecientas mil camisas y –la más económica- cuesta veintinueve con noventa euros.
De mala hostia, me dirijo a la planta joven. Vuelta al aturdimiento con tanta iluminación. No entiendo cómo las mujeres disfrutan comprando. ¡Es un puto agobio! A mi lado, un caballero trajeado –con plaquita identificativa; Sr. Pérez, Jefe de Departamento- separa unos pantalones.
A por éste, que encima se apellida como yo. Seguro que me atiende dabuti.
-Caballero, ¿sería tan amable de decirme dónde puedo encontrar alguna camisa –básica- para mí?
El hombre se atusa la corbata y con una sonrisa Profidén –es de la vieja escuela, pienso- me contesta.
-Por supuesto, señor. Yo mismo le acompañaré. ¿Qué busca exactamente?
-Así da gusto –le sonrío.
-¿Cómo dice, caballero?
-Nada, nada. Cosas mías. Seré directo… Mire, necesito una camisa blanca con rayas marino o similar. Económica, por favor.
-Ya veo… –Se toca la barbilla, cavilando-. Creo que ya lo tengo. Usted llevará la talla cuarenta, ¿verdad? –Dice mirándome.
-Pues… Sí señor. Se nota que entiende.
-Hombre, son muchos años...
-Claro… –Seguro que estás hasta los mismísimos cojones de aguantar a las “marujas” durante todos los días de tu puta vida. Pero, ¡macho! ¡Qué bien lo llevas! Yo, en tu lugar, estaría cazando moscas… (Pienso interiormente).
Caminamos hasta el stand de “Moda Fácil”.
-Amparo –le dice a una dependienta con cara de póker-, atiende a este caballero.
La tía tuerce el hocico –como pensando- ¡joder! Un pesado que no va a comprar nada.
-Oi... Oiga, Sr. Pérez. ¿No podría atenderme Ud.? Es que verá… Ya que sabe lo que busco… –Ladeo la cabeza en un ademán de ¡un poquito de por favor, tocayo!
-Pues... Va a ser que sí –estira el cuello pavoneándose-. “La Amparín” lo mira como diciendo: “a que no le vendes ni una escoba, por muy jefe que seas…”
Diez minutos más tarde, entro en un probador con cinco camisas. Está hecho un desastre; hay ropa por todos los rincones. ¡Cómo se nota la crisis! Antes, estaba impoluto. En fin, -hablo con mi reflejo-, ¡a ver dónde coño dejo las camisas! Mira aquí, las cuelgo y en paz.
Mi tocayo tiene buen ojo. Ha acertado a la primera. Camisa blanca con rayitas azules, por diecinueve con noventa y nueve euros. No me pruebo más.
Al salir, se me engaña un suéter de Kookaï entre las etiquetas. Lo miro y veo a mi Paqui dentro. Es su marca preferida.
Seguro que estaría guapísima… Fondo beige con manchas atigradas en chocolate. Miro el precio: ¡hostia! Antes, noventa euros. Ahora, sesenta. Del susto se me cae y ¡zas! Veo que la alarma resbala por el suelo…
¡No me lo puedo creer! Resulta que esas alarmitas con líquido fosforescente anti ladrones, está suelta…
No, no puedo. ¡Cómo coño voy a robar un puto suéter!
Una voz interior me habla –clara y precisa.
-No seas idiota. Lo pliegas y te lo metes en la bandolera. Sales, pagas la camisa y te largas con un regalazo para tu esposa. El lunes, puede que encuentres trabajo o puede que no. Ella seguirá feliz con su pullover.
-Y… ¿Qué le digo?
-Eso, ya lo pensarás. ¡Hala! Al ataque.
Me ruborizo. Empero, hago caso a mi conciencia: Paqui es la mejor.
Respiro unas cuantas veces, y, –pasado el bochorno- meto el jersey en un lateral de mi bolsa. Pago la camisa al Sr. Pérez, que con cara de ¡soy el mejor!, –Mira a la chochona-e ipso facto, salgo más contento que unas castañuelas.
***
Hago la entrevista y consigo el empleo. Por la noche, cuando los niños se acuestan, cenamos… Paqui, me ha comprado un bolígrafo –de Aldi- que ha envuelto primorosamente. Cuando le doy mi regalo, sus ojos resplandecen
-Es… ¡Es precioso! Gracias, gracias, gracias –me abraza, me besa, me acaricia. Se queda en sujetador y se lo prueba. Está espectacular.
-Ya sé que no debo preguntar. Pero, ¿cómo lo has comprando?
-No preguntes. A veces, los milagros existen.
Hacemos el amor como si fuera la primera vez. Yo desnudo, ella con su leopardo nuevo. Es una fiera, le sienta como anillo al dedo.
Mi chica se duerme y yo fantaseo…
¡Vaya suerte la mía! “El Pérez” es un verdadero mago –pienso risueño-. Dentro de unos años, seré su vivo retrato. La oferta decía: dependiente. Coincidencia, es para “El Corte Español”.
En una década, plaquita identificativa; Sr. Pérez, Jefe de Departamento de su puta madre. Aguantaré lo que me venga encima. Por entonces, mi matrimonio estará de capa caída. Pero, -como seré un jefazo- podré montármelo con las esteticohólicas de turno. Todo tiene sus recompensas.
¡Buahhh!!! Conociéndome, acabo endiñándole un bastonazo a la cacatúa de turno. Eso casa mejor con mi talante.
Ya veo la escena… Señora con cara de loro próxima a la jubilación, talla 52, pelo cardado y ¡allí está! Panza para arriba con una percha incrustada en la yugular: chillando. Un surtidor de plasma empapa los stands. Es una cucaracha moviendo las patas, mientras la socorren y le dicen que no se extraiga el arma homicida. Yo, desternillándome de risa.
Titular de las principales rotativas: EMPLEADO DE “EL CORTE ESPAÑOL” DETENIDO POR ATACAR A UNA CLIENTA.
En el faldón…
El director del afamado comercio, asegura que es un caso inusual entre sus empleados, los cuales, pasan controles psicológicos exhaustivos –me meto la psicología y sus test por el forro del escroto.
La crónica prosigue…
Se trata de enajenación mental pasajera. A la señora, se la indemnizará como es debido. Amén, de pagarle todos los gastos médicos en el mejor hospital –privado- de la ciudad. Si se diera el caso ¡Dios no lo quiera! Que la dama no saliera de la UCI… Recibiría un sepelio de luxe y sus herederos una cuantía sustancial. El agresor se encuentra bajo vigilancia policial y a la espera de evaluación psiquiátrica –ratifica el portavoz con rostro circunspecto.
***
Es mi primer día de trabajo, me miro en el espejo del vestuario –arreglándome el nudo de la corbata- y me digo a mi mismo: ¡hale!, Manuel, a por todas. El mundo es tuyo.
Te ha tocado “Oportunidades”. Pan comido. Ahí, sólo van las más chifladas; las que rebuscan hasta encontrar los verdaderos saldos: gallinas devoradoras.
Ann@ Genovés
13/01/2013
13:13:13
Y el ganador es… El Sr. Pérez
tiene REGISTRO PROPIEDAD INTELECTUAL V-1825-12
He reeditado las imágenes que pertenecen
-en su totalidad- a Internet
-en su totalidad- a Internet
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ROSENDO - EL GANADOR