Poderoso caballero (y 2)
Cierta vez le preguntaron al expresidente Aznar qué cualidad prefería en una mujer. Sus prominentes abdominales respondieron sin dudarlo: «Que sea mujer». Una mujer-mujer no sería una mujer tartamuda ni una mujer al cuadrado. Sino aquella que se queda inmóvil. Que acepta el rol histórico que le tocó en herencia. Que se comporta, en suma, exactamente como esperan los hombres-hombres. El ministro Gallardón afirma que la maternidad es lo que hace a las mujeres «auténticas mujeres». Y si de paso pueden tener varios retoños, y poco tiempo para cosas como el trabajo o la política, mejor que mejor. Virginia Woolf tituló este sofisma Killing the Angel in the House. Gallardón ha declarado su intención de «defender a una sola mujer que quiera ser madre y no pueda». Tan o más grave sería no querer (o no estar en condiciones) de ser madre, y que el Estado te forzase a serlo. Habrá que recordarle al gallardo ministro que una madre es mucho más que un mamífero. Y que, mientras su Gobierno descuide la incorporación laboral de las mujeres, o los menguados servicios educativos para menores de 3 años, o las agonizantes leyes de dependencia, o la igualación de los permisos de maternidad y paternidad, la mujer podrá ser toda una madre, pero seguirá siendo media ciudadana.