pensar constantemente pensar
Pienso a veces de mis brazos una casa para ti,
-a veces habrás advertido que mis brazos una cueva nuestra
tan de techos altos como tú prefieres al perder suelos y paredes
sobre las que una eternidad rupestre-
muy poquita cosa donde todo cabe si nos apretamos, amor, ven...
Cuando sentada surcada de juicios tras los lentes de antifaz
las piernas cruz sobre el rociado tesoro de los sofás
habrás notado que mi rostro es un espejito mágico
que dice una verdad de ti, amor, tan subjetiva que absoluta.
Ahí pienso si habrá una carrera que estudiar para estudiarte siempre,
andar en la cafetería perdiendo el serio tiempo en comerte,
suspenderlas todas, amor, todas menos gimnasia y acaso el recreo...
Digo que rendido luego de nuestras bélicas paces,
mi oreja puesta en el cañón de tus colinas
-ascienden y descienden como un océano pulmonar de carabelas-
sobre tu pecho que late caballitos salvajes
es la oreja de un indio vaquero que ya adivina el trote de la caballería azul
venida de ese fuerte fortaleza que protege las mujeres de tu alma,
tal vez a rendirse, quién sabe, amor, quién sabe si a rendirse...
Y pienso a veces de mis manos un abrigo para ti,
qué bonita esa bufanda encarnada en tu cuello aún cuando es verano, amor,
el sol es una lámpara conectada a ese lindo enchufe que es el infinito
y se nos ha perdido el frío en la mitad del bosque que arde.
Y pienso que si hinco las rodillas soy un astronauta que toma impulso,
que mi vida anudada de su muerte a su nacimiento es el más bonito anillo.
Qué susto, capitana furriel, ay qué susto,
si te vieras la carita cuando echas a correr por el jardín intentando no pisar las amapolas...
pienso que el sol aún puede ser más colorado cuando aluniza.