A. García Morales: La tía Águeda


Adelaida García Morales: La tía Águeda
Anagrama (1995).

Había música en su nombre, Adelaida García Morales, una suerte de énfasis lírico en sus sílabas fuertes. Había, también, unos ojos hermosos, ausentes, y un rostro de huesos marcados, cautivador y misterioso como sus novelas y cuentos.

Me gustaba mucho García Morales y leí, en los noventa, cuanto publicó. Conmigo tengo La tía Águeda —mudanzas y bibliotecas sucesivas me han impedido la posesión de muchos libros— y releerlo supone encontrar, de nuevo, la literatura perfecta, la literatura que se desea escribir, la que no se escribe porque ya está escrita.

Una obra inquietante, hipnotizadora. Un lenguaje parco que cae como un martillo. Una voz contenida como su pelo tirante recogido bajo la nuca. Personajes secos, atmósferas opresoras de aire denso.Niños inteligentes, sensibles e introvertidos como los de Ana María Matute, en cuyas obras el pavor también se destila entre líneas.

Cavar hacia lo hondo, hacia el interior de uno mismo. Destapar misterios y pasiones, bucear por los fondos acuosos sobre los que flotan nuestras composturas, nuestro estar en el mundo, nuestro supuesto entendimiento.

No hay reflexiones filosóficas, ella cuenta algo «evitando que el lector se tropiece con las palabras». La introspección emana de los hechos, de los gestos, de lo dicho y lo callado, del silencio.

Desde 2001 (Una historia perversa, Planeta), no se oye su voz. Ojalá volvamos a escucharla. O a conformarnos, al menos, con volver a ella.

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