Harry Crews es un maestro para retratar el insólito y descerebrado mundo de los rednecks de Estados Unidos. Si en Cuerpo, la novela que publicó la misma editorial, se adentraba en el submundo de los culturistas y de los parientes paletos de la protagonista, en El Cantante de Gospel toca un montón de temas: el fanatismo religioso, los linchamientos públicos, el asesinato, las ferias de freaks, el racismo, la invención popular en torno a una celebridad que no representa ya lo que es sino lo que los demás quieren que sea, la asfixia de estar atrapado en un pueblo sin vida y lleno de enfermos y tullidos, el poder curativo de la fe…
Crews es uno de esos novelistas que erigen la trama sobre un grueso músculo narrativo: cada detalle es preciso para la historia, los diálogos logran que el lector sonría, a las descripciones no les sobra ni les falta nada, cada personaje está hábilmente retratado por su conducta, sus rasgos físicos y su manera de hablar. El lenguaje es importantísimo en los libros de Crews: los paletos deforman y acortan las palabras, algo que supondrá una tarea épica para los traductores. En esta novela casi todos los personajes hablan mal, salvo quienes llegan de fuera del pueblo: el protagonista, su representante, los reporteros…
El argumento es sencillo: un hombre de éxito (El Cantante de Gospel, de quien nunca sabremos su verdadero nombre, pues todos lo llaman ya por ese apodo) vuelve a su pueblo, Enigma, para cantar en un acto especial, y su regreso coincide con el asesinato de su antigua novia y la posibilidad de que linchen al asesino, que está en el calabozo del sheriff. Cuando el solista y su mánager entran en el pueblo (repleto de fulanos con diversas enfermedades y anomalías, y de tullidos que creen que ese cantante puede sanar como Jesucristo), todo empieza a cambiar. Uno de los planteamientos más interesantes es el de posponer la “entrada en escena” del Cantante, de tal modo que hasta la página 81 no aparece en el libro, pero todo el tiempo los diálogos y las circunstancias de los personajes secundarios giran alrededor de él, algo que recuerda a varias novelas y a la película Apocalypse Now.
Un gran libro de un autor que hasta hace poco era maldito en España, y del que esperemos que Acuarela traduzca su obra completa. Precedido, además, de uno de los mejores prólogos que yo haya leído nunca: escrito por Kiko Amat, gran experto en literatura anglosajona, rara y marginal.
Os dejo con un fragmento en el que se describe la aparición de un personaje secundario, el enano Pie:
Se sentaron en el sofá de piel negra, pero justo cuando ya estaban acomodados, la puerta por la que Randolph había entrado se abrió y se encontraron mirando a la planta de un enorme pie desnudo, apoyado en un taburete. El pie medía setenta centímetros de largo y cuarenta y cinco de ancho por debajo de los dedos. Estaba muy bien formado y era de un blanco impoluto, como si nunca se hubiese apoyado ni tocado el suelo. El enano quedaba oculto detrás del pie y pasó un rato hasta que Didymus y el Cantante de Gospel pudieron alzar la vista porque se habían quedado petrificados con la visión. Una chica estaba detrás de Pie agarrando una barra cromada que servía de tirador de la plataforma plana y acolchada en la que Pie estaba medio reclinado, con su magnífica deformidad en un trono, sobre el alzapiés integrado en la plataforma.
[Traducción de José Elías Rodríguez Cañas]