No hay oro en Ákaba.


No hay oro en Ákaba.
Por Juan Laborda Barceló.


En un momento dado de la película Lawrence de Arabia (David Lean, 1962), el personaje interpretado por Anthony Quinn la emprende a golpes con el mobiliario urbano y las paredes de la maltratada plaza de Ákaba. Mientras derriba con la culata de su fusil todo lo que encuentra a su paso, grita enloquecido la citada frase: “¡No hay oro en Ákaba!”

El jueves pasado, un día antes de que falleciese el cineasta tranquilo José Luis Borau, se presentó en sociedad una nueva editorial, que bebe de aquellas fuentes orientales y fílmicas: Playa de Ákaba. Así, de esta manera tan natural, se produce el devenir de la vida cultural: unos genios se van, otros siguen dando la batalla en los diversos frentes literarios.

Noemí Trujillo y Lorenzo Silva se atreven, con la que está cayendo o quizás por eso mismo, a saltar a la arena editorial con este interesante sello. El nombre es un canto a la superación y a la esperanza en tiempos de esperpento editorial. Que alguien se lance a llamar su negocio literario con una cita de un film de culto es un alarde de valentía, máxime cuando los más vendidos del mercado son Jorge Javier Vázquez y las alargadas y sosas sombras de Grey. Por no citar la política literaria del Grupo Planeta, que presenta a bombo y platillo a María Teresa Campos convertida, bajo su propia autoridad, en transmisora de los pensamientos de doña Letizia Ortiz, ¿alguien lo entiende? no, pues nosotros tampoco. Por favor, desde aquí apelamos al sentido común general para que nadie lea Princesa Letizia, ni siquiera para desentrañar este absurdo arcano. No inventamos nada, tal desatino es cierto. Les dejamos la página web, aún corriendo el peligro de alimentar a la bestia, donde se anuncia lo absurdo: una periodista que nos dice, sin consultar a nadie, lo que piensa la princesa de Asturias (http://www.novedadesplaneta.es/octubre-noviembre-2012/Princesa-Letizia.html). Estamos tocando fondo.

Regresemos a nuestra querida playa: Ákaba fue el lugar donde llegó Lawrence tras cruzar el desierto del Nefud en 1917. Ese peregrinar se puede entender fácilmente como metáfora de la travesía del desierto que hoy en día supone ser editado en este país. Si esta editorial hace más llevadero ese tránsito, será muy bienvenida en nuestro desolador panorama editorial.

Abren fuego, como si de una ametralladora turca se tratara, con las cartas de Thomas Edward Lawrence tituladas Camino a Ákaba, flanqueadas por la poesía de Noemí Trujillo con Sólo fue un post y la obra infantil de la misma autora Judith y sus muñecas monstruosas.

Aunque el futuro es incierto, los dioses aplauden a los valientes. Aquellos que  forjan su destino sin el miedo al fracaso merecen nuestro apoyo en su tormentoso periplo. Desde aquí, nos sumamos a la bendición de tan azarosa aventura literaria. No cabe duda, el proyecto es hermoso. No lo perdamos de vista.

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