¿Has pensado en el dolor que pueden traer las flores?
Porque yo sí.
Sin previo aviso, han empezado a crecer en el jardín, desafiando el gris de la ciudad que se extiende pacífica y silenciosa, como el mar, al otro lado de los muros; la ciudad que hoy, por primera vez, ha mostrado cierta inquietud.
Para otros ojos sus movimientos han resultado imperceptibles, pero yo la conozco bien. La he recorrido incansablemente.
Y sé que las flores, con su presencia inesperada, tienen la culpa.
Me pregunto si la ciudad sufre por mí.
Me pregunto quién habrá de acompañarnos hasta la muerte.
Y todo esto sin levantarme del sofá ni apagar la televisión; con el móvil encendido y abierta la bandeja del correo electrónico. Da igual.
No sé cómo explicarte que el silencio y el frío viajarán conmigo para siempre.
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