bio
Dara Scully. 23. Salamanca.
Domadora de elefantes y cronopio algunas tardes.
Corre desnuda por los bosques y guarda plumas en una caja de madera. Lee a Duras y a Keroauc, lleva zapatos de señor y nunca hace fotos de recuerdo. En otra vida fue abedul y en esta, quién sabe, quizás lo siga siendo.
Y ahí está de nuevo la muchacha, esta niña que es el mar entre mis brazos, riendo como ríen las criaturas en los días de verano. Ahí está, vuelta la mirada, el cuerpecito en la cama, en este lecho de plumón y rosas, de sudor y calma, que acoge como el pecho de una madre y adormece lentamente mis temblores y sus ansias.
Habla poco, esta niña mía. Todo lo que ríe lo calla, y ahí en la mirada, todas sus palabras, las verdades nunca dichas, la riña con la madre la otra tarde y el amor que hoy me profesa. Bebe sin embargo con gana, de este vino dulce y caliente que habrá de ser como tantas otras cosas irremediablemente nuestro, tan propio como la piel o el cabello que caracolea como un mar estremecido por el colchón de pluma. Y yo que la miro, me la como con los ojos y las manos, hablo y hablo todo lo que la niña no dice, esta niña mujer animalito, esta criatura conocida a través del tiempo y de los hombres, a través de todos los reveses de mi vida; esta niña, digo, que ha venido hoy a salvarme de la ruina o quizás todo lo contrario, quizás quién sabe, si no seré yo la que la arruine a ella, tan joven, tan niña y sin embargo, sin embargo este saber en su mirada, en sus pupilas que me acunan y me calman.
Habla poco, esta niña mía. Todo lo que ríe lo calla, y ahí en la mirada, todas sus palabras, las verdades nunca dichas, la riña con la madre la otra tarde y el amor que hoy me profesa. Bebe sin embargo con gana, de este vino dulce y caliente que habrá de ser como tantas otras cosas irremediablemente nuestro, tan propio como la piel o el cabello que caracolea como un mar estremecido por el colchón de pluma. Y yo que la miro, me la como con los ojos y las manos, hablo y hablo todo lo que la niña no dice, esta niña mujer animalito, esta criatura conocida a través del tiempo y de los hombres, a través de todos los reveses de mi vida; esta niña, digo, que ha venido hoy a salvarme de la ruina o quizás todo lo contrario, quizás quién sabe, si no seré yo la que la arruine a ella, tan joven, tan niña y sin embargo, sin embargo este saber en su mirada, en sus pupilas que me acunan y me calman.