Había un resplandor inexplicable, dejamos la autopista y conduje guiado por el único consenso de aquel verano: derecha, izquierda, sigamos por aquí yo creo que viene de allá. Era un pueblo pequeño y no recuerdo el nombre. Ardían sus campos. Y entre los vecinos, nosotros, turistas del miedo. Sólo comentamos el ruido. No había nada más. Sólo el ruido del fuego. Los tractores cavaban surcos pero las llamas eran rápidas. Días después soñaste que había muerto un hombre. Y yo siempre quise volver para preguntarlo, pero no recuerdo nada, salvo el ruido, y la forma en que el amor quiso su fin, aquella noche, cuando fuimos en busca de otro fuego.