adiós gorrión 2012-07-04 20:53:00

Llora sobre el sexo caliente. Le dice, qué será de lo que somos, qué será de la luz que habita tu mirada. Si te quedas aquí, qué será de la mujer que podrías haber sido. ¿Me perdonarás entonces, viejas ambas y sin embargo, niñas, me perdonarás que te robara la juventud un día?

El sexo se abre. El olor, el almíbar que se derrama, la densidad de la entraña que moja sus mejillas ahí donde la lágrima ha dejado su huella. Francesca habla, habla con su voz de niña, con la desnudez de los inocentes, y le dice que no llore, que le parte el corazón ese llanto suyo. Pero no puede, ¿cómo va a poder, sabiéndose culpable, sabiéndose monstruo entre las piernas de la muchacha?

Entonces se levanta. Atardece y las nubes se preñan de la lluvia del verano. La belleza le atenaza la garganta, aprieta el latido del corazón. Se siente como el animal salvaje preso en una jaula, presa por la belleza de la mujercita, de la niña que la mira con sus ojos grandes y profundos. Francesca, la criatura, ahí extendida en su cama. Francesca que ríe como ríen los niños y mira como miran los ancianos.

-No quiero atarte a este amor enfermo - le dice.
Pero ya está atada.

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