debate.
(De debatir).
1. m. controversia (‖ discusión).
2. m. Contienda, lucha, combate.
© Real Academia Española
1. m. controversia (‖ discusión).
2. m. Contienda, lucha, combate.
© Real Academia Española
En el programa de La noche de los libros, dentro de las actividades que tendrán lugar en la Sala Alcalá 31 de Madrid a lo largo de la tarde y la noche del 23 de abril, aparece publicado lo siguiente, que reproduzco de manera literal:It is usually only in dramatic representations, religious iconography, and the 'magical thinking' of children that insight is compressed to a sudden blinding flash.David Foster Wallace, Brief Interviews With Hideous Men
"22:00h Posmodernos vs dramáticosJavier Calvo, Manuel Vilas, Agustín Fernández Mallo y Roberto ValenciaA finales del año pasado apareció Mi madre es un pez, una antología de relato con treinta y tres autores en cuya escritura predomina la estructura artistotélica de la narrativa dramática. Entre los escritores incluidos figuran consagrados como Eduardo Mendoza o Rodrigo Fresán así como varios de los más jóvenes y brillantes narradores aparecidos en los últimos años: Javier Calvo, Antonio Ortuño, Mercedes Cebrián o Jon Bilbao. Como era de esperar, su prólogo fue recibido como un manifiesto contra el posmodernismo literario supuestamente predominante, y el libro coincidió con la aparición de un movimiento llamado Nuevo Drama, que lo proclamó así. Javier Calvo, flamante ganador del Premio Biblioteca Breve de Novela, acepta debatir sobre este tema con dos de los más celebrados exponentes de la literatura posmoderna: Agustín Fernández Mallo y Manuel Vilas. Modera el también escritor y crítico Roberto Valencia"
Francamente, a título personal y a estas alturas, me inspira bastante pereza abundar en el supuesto enfrentamiento "Nuevo Drama Vs. Posmodernos", fruto de errores propios y ajenos, de malentendidos y desencuentros con algunos periodistas, de la reacción desproporcionada de varios autores que se dieron por aludidos y de una interpretación sesgada del prólogo de Mi madre es un pez, en el que algunas frases criticaban el abuso de una postura casi extraliteraria, pero no una manera de hacer literatura, como demuestra la propia estructura fragmentaria de dicho prólogo o, en mi caso, las reseñas y comentarios favorables que en los últimos años he publicado en los medios sobre libros de autores a quienes se identifica a menudo como de una misma cuerda (con perdón, reparos y pinzas), más o menos emparentada con eso que llaman literatura posmoderna (recojo la expresión de la nota previa), como Jorge Carrión (reseña de Los muertos, septiembre de 2010), Mercedes Cebrián (reseña de La nueva taxidermia, marzo de 2011), Elvira Navarro (recomendación de La ciudad en invierno, diciembre de 2009), Javier Moreno (recomendación de Atractores extraños, septiembre de 2010), Claudia Apablaza (reseña de Diario de las especies, septiembre de 2010) o Juan Francisco Ferré (recomendación de Providence, diciembre de 2010), además del trabajo como crítico de Vicente Luis Mora (recomendación del blog Diario de lecturas en los Premios Revista de Letras, febrero de 2010) y de los libros de, precisamente, Manuel Vilas (recomendación de Aire nuestro, diciembre de 2009), Javier Calvo (comentario a Suomenlinna, diciembre de 2010) y Roberto Valencia (reseña de Sonría a cámara, diciembre de 2010).
Por lo tanto, y aunque resultaría innecesario tener que volver a aclararlo cuando Mi madre es un pez es, precisamente, una de las antologías no canónicas más plurales en cuanto a estilos y voces de los últimos años, nunca ha existido enfrentamiento alguno por mi parte con una manera de hacer literatura mientras sea honesta y genuina (como es el caso también, por ejemplo, de la novela Constatación brutal del presente, de Javier Avilés, que podrá gustar más o menos, haber acertado o errado el tiro, pero que me parece un ejemplo de honestidad en la búsqueda de otras formas de contar), sino cierto hartazgo respecto a una serie de dinámicas muy distintas que poco o nada tienen que ver con la creación literaria. En este sentido, creo que falta un poco de autocrítica y sobra cierta exaltación de la amistad en determinados círculos, ya que uno, como lector, como crítico literario y como autor, valora siempre las obras y las trayectorias de los autores una a una y no en bloque, por lo que puede, por ejemplo, considerar como valiosa la obra de un autor y como fallida la de otro con el que el primero suele irse de copas. Por no hablar de la distinción entre obra y persona. En fin, país. A mí por ejemplo, y no me importa mojarme, siempre me ha caído más bien simpático Agustín Fernández Mallo, me parece un poeta muy original y creo que Nocilla Dream (Candaya, 2006) es un texto con cosas interesantes. Sin embargo, nada de lo que ha publicado a posteriori me interesa y pienso que la atención que recibe no está en relación a sus méritos literarios. ¿Me convierte esto en su enemigo, en el de sus camaradas y en el de todo el que simpatice con su propuesta estética? Creo que no. Desde luego, no en lo que a mí respecta. De hecho, durante mi etapa en la dirección de la desaparecida revista digital de crítica literaria 330 ml (con mayor o menor acierto y en cuanto a la selección de colaboradores, fue otro innegable ejemplo de pluralidad en los seis meses que estuvo en activo en la red) no tuve ningún reparo en publicar una reseña muy favorable a su libro El hacedor (de Borges), Remake, a cargo de Marc García, ni en firmar después la ya famosa carta de protesta ante la retirada del libro, contra lo que me pareció un abuso por parte de María Kodama.
Siento pues una pereza infinita ante esta polémica inútil, insisto, porque en su día ya aclaré cuanto pude sobre este tema, no tengo especial interés en que me inviten a según qué bolos en los que la literatura no sea la protagonista y prefiero celebrar el Día del Libro en Barcelona con un montón de colegas de este oficio (y sin embargo, amigos) que se acercarán por la ciudad. Pero lo cierto es, y por eso publico esta entrada, que no deja de sorprenderme y decepcionarme el hecho de que quien quiera que haya organizado este "debate" en Madrid no haya contado con esa otra voz en el encuentro, que quedará ausente. Y digo ausente porque no hace falta recordar la postura y la actuación de Javier Calvo al respecto de este tema o, en su momento, en torno a la llamada "Generación Nocilla", surgida a raíz de la obra y la figura de Agustín Fernández Mallo, de la fiebre del etiquetaje de algunos periodistas culturales y de la lógica complacencia temporal de unos cuantos autores. Por mi parte, y aunque sospecho que no se hablará demasiado del libro en sí, agradezco a quien haya organizado esta actividad del día 23 la atención prestada a la antología y el reconocimiento a la calidad de sus autores (y de sus textos, algo que ha predominado en la mayoría de reseñas, las más serias, que ha recibido este título de Libros del Silencio en los medios), lamento perderme las siempre ingeniosas palabras de Manuel Vilas, le deseo suerte a Roberto Valencia en la ardua tarea de moderar tan encarnizado "debate" y espero que, al menos, resulte interesante y divertido para los asistentes. Nada más. Sólo pedirle a Javier, Manuel, Agustín y Roberto que, cuando acaben, se tomen una caña a nuestra salud, o a la de Faulkner, por ejemplo. Invita la Comunidad de Madrid, "la suma de todos", aunque vaya a faltar alguno. Eso sí, luego mejor un taxi entre los cuatro, que con el metro Esperanza no se estira.