LA LOBA


No estoy aquí alojada/
No existe la ilusión de que el delicioso suelo lustrado que planea debajo de mis pies, que mira el dibujo de mi falda, que me socorre la necesidad de sentirme Coco Chanel en el Ritz, vaya a despedirme mañana por la mañana como a cualquier otra que dejó escamas de piel en esta cama/
No soy una más, balbucean los ojos clara de huevo de las ventanas de enfrente, exhaustas de día, con voz prestada de un fumador, de un Tom Waits, negras de tóner y gris oficina/
No eres la viajera, me confirman las ramificaciones del nervio ocular de la ciudad: el olmo centenario que golpea mis cristales, resignado ante la venganza de quien lo designó perenne/
Envidian sus siglos el calor de esta habitación, el abandono de la necesidad de esperar, la firmeza sin necesidad de raíces/
Me mira sin retarme, hastiado de los husos horarios, la perfección de la noche que sigue al día/
También yo una vez me cansé de ser recorrida y de no ser contada por años, sino por millas/
Ya no/
No me iré mañana a las doce, tras el desayuno buffet que me traiga la camarera/
Permaneceré aquí por derecho propio, porque no hay más renta antigua que diez años de diarios de sangre/
Permaneceré aquí porque alguien me ha llamado por mi nombre desde el fondo de esta casa, pidiéndome que lo arrope/
Nada me aloja, yo reino en este territorio.

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