EL DESCRÉDITO (o las servidumbres de un escritor de provincia)



Me resulta cada vez más chocante la postura de muchas de las pequeñas editoriales que a duras penas, lo reconozco, y a costa de mucha pasión y esfuerzo, aún sobreviven en este país. Me resulta chocante e inviable, para mí como autor, y para muchos otros colegas del gremio también, lo digan o no, que los escritores hayamos, con la crisis y la globalización, contraído estas nuevas servidumbres: que el éxito o el fracaso de un libro dependa solo de las presentaciones que hagamos aquí y allá, no de la gestión que nuestros editores hagan de él, y sobre todo que den por hecho, como una obligación ineludible del autor, que así debe ser y se hará... Me resulta chocante e inviable, insisto, que eso pueda estar pasando en la actualidad, a qué punto de menosprecio y descrédito hemos llegado los escritores, sobre todo teniendo en cuenta algo básico y esencial, que parece que los editores no quieren (porque lo saben perfectamente) tener en cuenta: cada presentación que un autor hace fuera de su ciudad y no es financiada por la editorial o algún festival o evento, cuesta más de lo que ese autor en cuestión va a ganar con sus derechos de autor por la venta de la edición entera de su libro... Para los profanos en la materia, lo simplifico: de un libro que cueste, pongamos 15 euros, el autor, si es que la editorial le paga (porque esa, jóvenes poetas, es otra historia de la que habría mucho también que contar), pongamos que sí, se llevará en su día el diez por ciento, es decir, 1.5 euros... Si con suerte consigue vender en una presentación fuera de su casa, diez, quince o en el mejor de los casos veinte libros, se va a llevar... haced la cuenta... Y esa presentación le va a costar del orden de diez veces más, si la paga de su bolsillo, de lo que cobrará por los diez, quince o, en el mejor de los casos, veinte libros que venda. Eso en cada presentación que haga fuera de casa, y los editores, como si no fueran conscientes del problema (que, repito, lo son), pretenden que hagamos varias aquí y allá, a lo largo de todo el país, cuantas más, claro, mejor... Eso es lo que me resulta chocante y, al menos en mi caso, absolutamente inviable. Y aún más, rizando el rizo y destapando más pucheros todavía, porque de vez en cuando hay que hacerlo, teniendo en cuenta el sistema con que hoy en día funcionan las distribuidoras y se cobran (si es que nos los pagan) los derechos de autor: por cada ejemplar que una distribuidora devuelve de un libro nuestro, se anula una venta del mismo... Sí, hermanitos, habéis oído bien: una devolución anula una venta, aunque si no conocéis el percal, no os lo podáis, lógicamente, creer... Y lo ilustro, para dejarlo más claro aún, con otro ejemplo: si de tu libro, redondeando, ponen en circulación cien ejemplares y se venden de él al cabo de un año cincuenta, pero la distribuidora devuelve otros cincuenta que no vendió, los derechos de autor son exactamente cero patatero... O peor incluso si me apuráis: si se venden cuarenta pero se devuelven sesenta, te sale un saldo de menos diez, es decir, deberías incluso tú dinero... Esto, que parece goyesco y surrealista, no lo es, queridos lectores, es la cruda realidad del sistema editorial español en la actualidad. Y así es imposible y absolutamente inviable para los que no somos millonetis (que también los hay y pasan por todo), hacer presentaciones fuera de casa, como nos piden (ya casi exigen) los editores... Les respeto mucho a todos, los pasados, los presentes y los que estén por venir, valoro y aplaudo su perseverancia y esfuerzo y la apuesta que hicieron y hacen por mí, les necesitamos tanto como ellos a nosotros, pero creo que deberían reflexionar un poco sobre esta especulación y sistema, o terminaremos optando por la autoedición o el silencio... Porca miseria...


Vicente Muñoz Álvarez

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