Promesa – Parte III

Por: Juss Kadar

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Capítulo 9

Mentira

Cuando salí del baño, cogí mi ropa, me vestí rápidamente y me marché sin dar ninguna explicación.

Me pasé todo el camino diciéndome a mí misma que era tonta. Mi cabeza era un auténtico laberinto. No sabía cuál era la salida a mi problema. Primero, me había gustado acostarme con Asier, porque todo hay que decirlo, el chico se sabía mover muy bien en la cama. Pero (siempre hay un pero) en el fondo, no me sentía orgullosa de dicha acción. Segundo, él me gustaba. Sí, ese acto intimo me dejó algo tocada. No quería que Asier fuera alguien pasajero, eso me haría sentirme usada. Necesitaba que él me volviera a llamar y me prestara atención, una atención que le haría volver a entre mis piernas. ¿Sería capaz de volver a acostarme con él antes de la boda? Hombre, a mi me gustaría. Era contradictorio, apenas soy capaz de contároslo sin que parezca una loca y una egocéntrica.

Al llegar a casa, miré el reloj, era temprano. Entré despacio, sin hacer demasiado ruido. Subí las escaleras, y antes de entrar en mi cuarto, sonó mi móvil. Escuché un ruido. Jena salió de su cuarto rápidamente, como si me estuviera esperando y me dio una buena ostia en la cara que hizo que girara la cabeza.

-¡Te odio!- me dio otra.

-¡¡Jena!!

-¿Pero de qué vas?

-¿Me tomas el pelo?- me tapé la cara con las manos, temerosa de que me volviera a pegar.

-No me lo creo.- se echó a llorar.- Asier…

-Jena, lo siento mucho. Yo…

-¿Qué excusa me vas a poner?- se sentó en el suelo.

-Él no quería. Bueno…- dudé.

Me sentí como una mierda.

Vi a mi hermana destrozada, limpiándose las lágrimas con las mangas del pijama. De verdad estaba dolida, había sido un palo demasiado grande para ella y no se lo esperaba. Me agaché a su lado y le pasé el brazo por encima de los hombros.

-Jena, no ha pasado nada.- tragué saliva.- Era una broma.

-¿Una broma?- me miró con los ojos rojos.- ¿Una broma? ¡¿Una broma?!

-Bueno, quería ver como reaccionabas.- solté una carcajada.-Como ves, Asier es lo mejor que te vas a encontrar en la vida.

Recibí otro tortazo en la cara, esta vez Jena me miró con odio.

-¿Cómo he podido confiar en ti? Eres horrible. ¡Horrible!- cogió aire.- ¿Cómo puedes jugar así con los sentimientos de alguien de tu sangre? Y aunque no lo fuera, Asier es mi novio y…

-No quiero seguir con esto.- me levanté.- Entendería que no quisieras llevarme a la boda.

Jena no contestó y se sorbió la nariz.

-¿Te gusta Asier?- sonrió.- Sí, seguro que sí.

-¡No digas tonterías!

-Desde que me comprometí con él no has parado de buscar excusas para no ir a la boda. Pues no te daré ese gusto. Me vengaré de tu broma obligándote a ver cómo me llevo a Asier a mi terreno.

-Eso no me hace sufrir. No estoy enamorada de Asier. No es tan irresistible.

Jena sonrió y se mordió el labio.

-Te voy a joder, Sigrid.

Sinceramente, cuando me quedé sola en ese pasillo, con el móvil en la mano y el corazón roto… bueno… pues… quise desaparecer.

Capítulo 10

Lastima

     Los días se me hicieron muy largos, vacíos y monótonos.

Asier me llamaba por teléfono y yo hacía cualquier cosa por ir a verle. Lo hacíamos en cualquier sitio, en su coche, en un hotel, incluso en mi propia cama cuando Jena y mis padres se iban a hacer la compra. Me estaba acostumbrando a su piel, a su manera de mirarme, a sus sonrisas. Realmente, y me avergüenzo de decirlo, pero me estaba enganchando a él según pasaba el tiempo.

En algún momento pensé que él querría algo conmigo más allá del juego.

Sus manos viajaban por mi espalda, por mi pecho, por mis muslos. Su boca buscaba mis rincones más ocultos, oh dios, me rendía ante el placer.

Recordaba nuestros encuentros una y otra vez mientras comía con mi hermana. Quizás disfrutaba torturándome, porque mi pensamiento me llevaba a Asier, pero la realidad lo alejaba de mí. La persona que tenía delante se lo acabaría llevando al altar con el mínimo esfuerzo. ¿Qué le había demostrado ella? Nada, absolutamente nada. Sólo le había causado problemas, o eso pensaba yo.

Bueno, tampoco penséis que soy la típica atontada que acabado prendada de un tipo que la maneja como quiere. Eso es muy común. No, quizás mi caso no es exactamente así… ¿Que cuál es la diferencia? Pues… eh… es complicado, porque eso no lo busqué yo, y además…

-Creo que voy a plantar a tu hermana por ti.

-¿Estás de coña?

Asier y yo estábamos comiendo al aire libre en una terraza céntrica de la ciudad. Su frase me pilló por sorpresa.

-Sí, bueno… me lo estoy pasando bien.- se estiró. -Bastante bien.- resaltó.- Pero tenemos que resolver algo antes.

-¿El qué?

-Me he estado viendo con otra mujer, se llama Keira.

-Anda ya.- solté una risotada.

Asier se puso serio, me miró de esa manera que hacía que me quedará casi sin palabras.

-Pensaba que eras liberal, a fin de cuentas no te ha importado acostarte conmigo siendo tu futuro cuñado.

-No es lo mismo.

-No es lo mismo cuando te conviene, Sigrid. Que yo sepa no tengo por qué serte fiel, no eres nada mío.

-Entonces me estás engañando al decirme que vas a dejar a Jena por mí. Si ocurre eso, quiero que seas mi pareja y no un polvo ocasional.- murmuré, enfadada.

-No se puede tener todo en esta vida.

-Eres un gilipollas.

-Tú me enseñaste el camino. Me diste las pautas para perder el control, pero cuando todo eso se vuelve en tu “contra”, no te conviene.- hizo el signo de las comillas con los dedos-   ¿Quién me dice a mí que tú no has ido con otros? Ya que soy infiel a Jena, no te voy a ser fiel a ti, es una contradicción.

-Entonces no la plantas por mí, sino por la diversión que ella te puede arrebatar en cuanto des el “sí, quiero”.- me crucé de brazos.- Estoy flipando, sinceramente, no me lo creo. Para un tío que pensaba que se había dignado a hacerme caso y va…- me di cuenta de que estaba hablando en voz alta.- ¿No has sentido nada por mí?

Asier dudó unos segundos.

-Lástima. En realidad siento lástima de ti y de Jena.- me acarició el rostro.

-No me creo que no hayas sentido nada…

-Siéntete ganadora, me quiero quedar con la vida que tú me ofreces. Podremos vernos, follar y quién sabe…

Sí, vale, decidlo claramente. Asier era un cabrón y yo una payasa. ¿Por qué le hice caso a Jena?

-Sigrid.- tragó saliva.- Sé lo de vuestra promesa.

Capítulo 11

Abrazo

Aquel vestido de seda negro era precioso.

Me miré en el espejo de mi habitación mientras Jena se arreglaba en el salón de casa. Se escuchaban sus gritos de histérica, “maquillaje”, “las medias”, y eso desde las nueve de la mañana, era insoportable.

Me toqué los hombros y estiré el cuello hacia atrás. Tenía un buen peso sobre los hombros. Asier había averiguado, no sé muy bien cómo, lo que Jena y yo nos traíamos entre manos: La promesa.

Antes de que mi hermana se comprometiera, me dijo que intentara seducir a su futuro marido, para que ella comprobara que era el adecuado y que no le fallaría cuando estuvieran casados. A mí al principio me pareció horrible, pero claro, luego al ver a Asier tan agraciado, pues bueno, se puede decir que no puse muchos reparos.

Realmente me hubiera cabreado que Asier no se acostara conmigo, pero por otro lado pensaba en Jena. Total, que acababa siendo un mar de contradicciones y no sabía qué hacer. Al final él no opuso resistencia. Quizás, si sabía lo de la promesa, nuestros encuentros sexuales los provocaba para que yo se lo dijera a mi hermana y darle un escarmiento. En cierta manera, Jena estaba siendo muy injusta con él, le había puesto a prueba sin ninguna necesidad. ¿Para qué estaba la confianza? Por Dios, lo pensé desde un primer momento, esa era la base de la pareja.

Total que como relaté anteriormente, visteis que me rajé como una idiota y por no hacer daño a Jena le dije que no pasó nada. Joder, si es que reaccionó como una puta loca. ¿Qué esperaba? Donde las dan las toman. No puedes ser la víctima cuando has juzgado a tu futuro marido.

El perjudicado fue Asier.

Bueno, algunos le veréis como un cabrón, pero poneros por un instante en su lugar. La hermana de su prometida le tira los trastos con consentimiento. Al enterarse de esa traición y al ver que no confiaban en él sin dar motivos, se tuvo que sentir como una mierda. Le tuvo que doler que quien pensaba que era la mujer de su vida, le ponía a prueba porque sí. Él lo único que hizo, fue vengarse. ¿No quieres infidelidad? pues toma dos tazas.

Ahora no sabía si se presentaría a la boda.

Por mi parte no habíamos quedado muy bien, o eso suponía… no lo tenía claro, pero sí que me hubiera gustado volver a acostarme con él. Asier me gustaba, me gustaba y mucho, joder.

No debería haberle prometido nada a Jena.

Me fui a la iglesia andando yo sola.

Mi hermana seguía enfadada conmigo, totalmente absurdo, pero no esperaba mucho de la capacidad mental de Jena. Lo único bueno que había hecho en la vida era haber conocido a Asier.

Era mi hermana, la quería y me gustaría que fuera feliz, pero cuanto menos me tocara los huevos, mejor. Si es que era tonta ¿Por qué tuve que escuchar su estúpido plan de “poner a prueba a mi prometido”? Sabía que me iba a buscar la ruina pero… Ay, la familia, ese apasionante mundo.

En la puerta de la iglesia, me encontré a Asier. Estaba apoyado en un coche, fumando un cigarrillo. Le miré, me miró y me dio permiso para acercarme a él. Le di un fuerte abrazo mientras su madre nos miraba. Qué bien olía y que guapo se había puesto.

-Vamos a hablar en un lugar más discreto.

Me llevó a una pequeño parque con lago que había al lado de la iglesia. Me dio otro abrazo, apoyó la cabeza en mi hombro y me besó el cuello. No quería separarse, quizás porque no volveríamos a tener jamás un momento así.

-Me alegro de que hayas venido.- murmuré apartándome de él y conteniendo las lagrimas, mostrando una gran sonrisa.- ¿Y la otra mujer? ¿La has dejado?

-La otra mujer no existe. Quería ver como reaccionabas.

Fruncí el ceño.

-En realidad la otra sería para ti tu propia hermana.- tragó saliva.- Tú y yo hemos intimado mucho y al final… pues… nos gustamos…- se pasó la mano por el cabello.

Nos gustamos. Había sido correspondida, entonces sus  gemidos en la cama  no fueron fingidos.

-Al principio todo era por venganza.- continuó.- Después… te vi de otro modo. Pero no me quería meter en otra relación agobiante y claro, estoy comprometido. En tres horas estaré casado… – dudó- ¿Tú qué has pensado?

Miré al suelo y tragué saliva.

-Aunque me encantaría estar contigo…- suspiré.- Jena te quiere. Vale, ha cometido un error garrafal, pero es porque es medio tonta y está muy enamorada. Tú también la quieres.

Asintió. Eso me dolió.

-No puedes dejarla plantada sin darle una explicación. Está en tu mano decidir tu futuro, pero antes habla con ella.

-No tengo nada claro. No sentía lástima ni de Jena ni de ti, estaba cabreado. – suspiró al escuchar las campanas de la iglesia.- Quiero volver a encontrarme contigo, pero no así… Créeme, he pasado una noche horrible, analizando mis sentimientos.

-Te puedo hacer una promesa, si te quedas más tranquilo.

Asier me dio un fuerte abrazo y un bonito beso en los labios.

Capítulo 12

Dead promises

    Me senté en uno de los bancos de la iglesia y vi a Asier en el altar, estaba impecable. Su madre estaba llorando y su padre levantaba el dedo pulgar.

No sabía qué haría Asier, pero mi promesa estaba en el aire y él la había aceptado. Lo único que tenía claro es que si se casaba, lo haría para hacer feliz a Jena.

El amor tiene caminos que la propia razón desconoce, o eso dicen. Allí estaba yo, muerta de envidia y más nerviosa que la novia. Las cosas debían ser como todos esperaban ¿No?

Seamos realistas, Asier no iba a dejar a mi hermana plantada delante de todo el mundo, no era tan hijo de puta.

En el fondo de mi corazón deseaba que dijera la verdad a Jena y que ella le dejara, pero él no iba a confesar la infidelidad por miedo a represalias. Bueno, en realidad no sabía por qué no lo decía, pero imaginaba que sería por eso, porque no le hicieran sentirse culpable. El orgullo le recorría todo su cuerpo.

Mi hermana entró en escena y Asier me miró durante unos segundos.

Bajé la mirada, me sentía muy incómoda. Ya no era el hecho de imaginármelo sobre mi cuerpo, acariciando mis pechos, penetrándome mientras gemía en mi oreja, no, no era eso. Es que ambos queríamos más, más y más, hasta que nuestros cuerpos se fundieran.

Lo que pude entender, es que Asier no quería tener una relación más allá de la que tenía con Jena. Era complicado y ambos habíamos entendido que no se podía tener todo en esta vida.

No quiero decir que la mala de la película fuera Jena, pero ella nos había metido en ese lío.

Se dieron el “sí, quiero” entre aplausos.

Qué final tan feliz….

Y UNA MIERDA

Los finales felices no existen. ¿Qué pensabais? ¿Que él se iría con Jena y luego volvería conmigo? No, Asier no era así.

La boda fue preciosa y muy especial para mi hermana.

Su gran día no tuvo ninguna pega, salió tan perfecto que daba hasta asco. Ella de vez en cuando me miraba con desprecio, haciéndome sentir como una mierda. Parecía decirme con la mirada “yo lo he conseguido, tú morirás sola”. Tenía tantas ganas de que ese día terminara.

Sobre las cuatro de la mañana, cuando hasta mi madre estaba borracha y la gente empezaba a bailar el Paquito chocolatero, Asier me llevó al baño y allí nos despedimos con… un suave beso en los labios. Bueno, me toqueteó un poco también, pero todo lo hizo muy despacio y eso me puso más roja que la bebida. Nos deseamos suerte y me dijo que cumpliría su promesa.

Han pasado unos cinco años y no había vuelto a ver a Asier, hasta esa mañana, cuando tuve que llevar un pedido a su casa. Al principio pensé que sólo estarían sus padres, pero me recibió él.

La vida dio un giro radical justo al día siguiente de la boda.

Asier dejó a mi hermana, echándole en cara que una relación se basaba en la confianza y que aunque no quería aguarle su boda, ya sabía que no quería estar con ella cuando se enteró del plan que teníamos ella y yo. Lógico, pero inesperado para Jena, la cual se sumió en una gran depresión.

No me alegré por su desgracia, pero en parte se lo tenía merecido. Ya está bien, no os preocupéis, empezó con otro chico, se fue a vivir con él y espera su primer hijo. Aplausos, aplausos.

Yo me puse a trabajar en mil y una cosas, hasta que encontré mi sitio en una empresa de comida a domicilio, estoy tranquila y gano un poco para mis caprichos.

Me sorprendí al llevar un pedido a casa de los padres de Asier, pero más de piedra me quedé al verle a él.

-Hola Sigrid.- me saludó con una sonrisa y me cogió la bolsa con la comida. No pude articular palabra.- Ha pasado mucho tiempo ¿Verdad?

No hace falta decir que, cuando dejó a Jena, yo no volví a saber nada de él tampoco. Nos dio un escarmiento a las dos por igual.

-Te he llamado porque bueno… nos hicimos una promesa. La promesa de que algún día volveríamos a sentirnos tan bien como cuando nos acostábamos, sin preocupaciones ni imposiciones.

Noté como la boca se me secaba.

-¿Quieres volver a estar conmigo así?- me preguntó acariciándome el rostro.

-¿Sin ser pareja? Eso no es lo que prometimos.

-Prometimos que volveríamos a estar juntos, no dijimos si como amigos o como pareja. Deja que eso lo decida el tiempo. ¿Acaso quieres romper el trato?

Y aquí estoy, pensando una respuesta. Y aquí está Asier, detrás de mí, tumbado en la cama de un hotel. Esperándome…

Siempre hay que cumplir las promesas.

Imagen de Pixabay

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