Querida Alejandra


Alejandra Pizarnik


Nadie más que vos supo el dolor de una palabra concatenándose a otra. Pienso que este dolor es en realidad una felicidad intensa. De hecho, no tengo dudas. Casi siempre la gente te nombra y dice cosas tristísimas y yo les quiero meter la cabeza adentro de un balde, fatigarles los ojos para que aprendan con la misma intensidad que la vigilia es otro sueño pero despertar a la muerte no significa nacer.
Que se entienda, claramente lo que quiero decir es que no tuviste ni idea de esa felicidad que se desdobla del miedo o el peligro. Pero ahí estabas, entre los nutrientes de la angustia y el abismo feliz que compensa las penas, incluso te veo quizás rezándote a vos misma, en medio del escándalo, y sonriendo.
Ahora te digo: abrí las manos, tomá esta palabra. No la pongas a dormir como si muriese. Asfixiala de verdad. Hacela lesbiana o de papel. Acompañala con otras, dale café. Te la doy para que te mates como te gustaba: de felicidad en medio de la noche o el día, como si todo lo humano estuviera limitado y crearas submundos de los que te enamorás hasta cerrarlos en obsesiones infernales.
Eso.
La vida, siempre. Alejandra, la vida siempre: una muerte posible como ritual de vivirse escribiendo. El horror constante del cuerpo feliz cuando encontrás con qué harapos te darás de comer hasta el vómito.
No hubieras resistido tanto si no te creías que la vida era para jugar. A lo mejor te mataste de felicidad entre las muñecas.
No desconfío de eso.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

*