COMO UNA EXPLOSIÓN

«Algunas personas», decía Mercedes, «viven el amor como un proceso. Encontrar a alguien. Tener la primera cita y lo demás. Como si enamorarse fuera la construcción de algo en común». Tenía el pelo más largo de lo que yo recordaba y, por sus kilos de más, la ropa ajustada que había marcado su personalidad, ahora le hacía parecer ridícula. Fumaba mientras, con la otra mano, agitaba una copa de vino a punto de ser derramado. ¿Qué coño quería de mí? Yo escuchaba, paciente, con mi cerveza, en aquella terraza de la Rambla del Raval. «El amor funciona de una forma totalmente distinta para mí», decía. Se reflejaba el rojo del vino en sus ojos enormes. «En mi caso, simplemente, nace, desde dentro, y me desborda. Como una explosión».


Se llamaba Mercedes como su madre. Como su abuela. Igual que su bisabuela y todas las demás. Las mujeres de su familia estaban condenadas a cargar con ese nombre, sin espacio para existir por ellas mismas, arrastrando los fantasmas de todas las anteriores. Había sido mi compañera de trabajo durante tres años en una triste oficina. Vendíamos cosméticos por teléfono a salones de belleza. No estaba lo bastante bien pagado para lo deprimente que era. Mercedes solía sentarse detrás de mí. Recuerdo que me contaba en los ratos muertos sus citas o encuentros sexuales hasta que conoció a Jordi. A mí no me interesaba lo más mínimo ni Jordi ni sus ligues anteriores, pero era más entretenido que vender cosméticos.
¿Te acuerdas aquella vez que fuimos todos a cenar al Mussol?
Sí, claro dije, sin saber de qué me estaba hablando.
Es la cena de empresa más divertida que recuerdo.
Yo nunca iba a las cenas de empresa. Algunas veces, había ido a cenar con Jordi y ella y alguna otra pareja cuando teníamos más contacto. Quizás se confundía.
Miré la hora por primera vez. Le había dicho a mi novio que pasara a recogerme para que me fuera más fácil escaparme.
¿Cuánto llevas con él? preguntó.
Dos años.
¿Y todavía estás enamorado?
Sí dije, como se suele decir.
Me alegro. Eso no es fácil en el mundo gay.
Supongo contesté, evitando discrepar.
Miré sus pechos. Sin interés. Solamente me fijé un momento. Estaban allí. No los recordaba tan grandes. Ella parecía orgullosa de su tamaño. Su escote desafiaba las leyes de la física. 
Antes de conseguir, por fin, trabajo en una pequeña editorial, estuve a punto de ser despedido varias veces de la empresa de cosméticos. Mis estadísticas de venta eran pésimas. Pero Mercedes siempre me defendía y, por algún misterioso motivo, el jefe tenía muy en cuenta sus opiniones. Podríamos decir que gracias a ella, nunca me despidieron. Yo lo sabía y ella también. Y por eso estaba allí ese día.
Sonó su teléfono móvil y Mercedes respondió gritando:
¿Y ahora qué quieres, gilipollas? ¿No te he dicho que había quedado? ¿Y a ti qué te importa? No me da la gana. ¿Quién te has creído que eres? ¿Tú no te vas por ahí cada vez que te sale de los huevos?
Sus gritos llamaron la atención de las personas de las otras mesas. De los camareros. Disimuladamente o no, todos empezaron a mirar. La gente que pasaba por la calle se giraba. Mercedes cada vez subía más el tono.
¡QUEDO CON QUIEN ME SALE DEL COÑO! ¿TE HAS ENTERADO? ¡CON QUIEN ME SALE DEL COÑO!
El concepto había quedado claro para toda el área metropolitana.
¡Y NO SÉ A QUÉ HORA VOY A LLEGAR!
Colgó y tiró el móvil sobre la mesa.
Perdona, era Jordi me dijo.
Y al coger la copa de vino derramó un poco en el suelo. Se la terminó de un trago.
¿Te acuerdas de él?
Sí. Claro. 
—Bien.
¿Os habéis peleado?
No dijo. Pero su manera de entender el amor y la mía no tienen nada que ver.
Entiendo dije
La explosión. 
Miré el reloj por segunda vez.
Creo que me engaña.
¿Qué coño me importaba? ¿A dónde quería llegar con todo eso?
Necesito tu ayuda dijo, por fin.
—¿Ah, sí?
Llegó el temido momento.
Ya sabes que nunca te he pedido nada... en todo este tiempo.
Junté las manos. Había empezado a temblar.
¿Qué quieres? ¿Que lo siga?
No. Eso es una estupidez.
—¿Entonces?
—Creo que Jordi es gay —dijo. Y, por primera vez, bajó la vista al suelo.
—¿Gay? Pero, eso es imposible.
—Es solo una intuición pero estoy casi segura. Necesito que me ayudes a probarlo.

COMO UNA EXPLOSIÓN:
Segunda parte

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