Anfaegtelse. Angélica Liddell






Mi madre nunca me ha querido. Y por eso me convirtió en un monstruo de amor. Siempre he deseado más amor del que me podían ofrecer. Siempre he deseado el amor que no encontré en mi madre. Y por eso le pedí a los hombres un amor gigantesco, sin condiciones, sin límites, sin final, como supongo que debe de ser el amor de una madre. Los monstruos de amor deseamos ser amados sin pausas, sin descensos. Los monstruos de amor somos increíblemente ingenuos. Creemos en las cimas y en la vida en las cimas. Y eso es imposible. En la cima te congelas, te comen los buitres, o te mueres de hambre.

Recuerdo la historia de una muchacha que subió descalza hasta una cima, en Alicante, el cerro de las Águilas. Antes de marcharse dijo, me voy porque es el fin del mundo, se tendió en la cima tranquilamente, y murió. En las cimas uno siempre está solo. Los alpinistas del amor somos solitarios que llevamos a cuestas la máxima altitud. He llegado a la conclusión de que toda mi vida he buscado el amor de una madre. Y yo he amado con la bestialidad de una madre, de una novia, de una hermana, de la patria y de los ahogados del Sena, todo junto.

TU MADRE ME COME LA POLLA.

Voy buscando a alguien que me ame por la forma que tengo de comerme el arroz, alguien que no sepa quién soy, alguien que me vea en un restaurante chino, comiendo arroz, y empiece a amarme, sólo por eso, por la forma en que tengo de masticar el arroz, de tragarlo, de poseerlo en mi estómago, nada más, alguien que me ame por verme comer arroz, alguien que no me maltrate por comer mucho, o poco o no comer, como tú me maltrataste mamá.

Mamá, si me hubieras cantado esta nana no hubiera necesitado a nadie, hubiera sido fuerte, te hubiera tenido a ti, mamá, no hubiera suplicado amor como una indigente, pero me hiciste indigente, me arrodillé a los pies de los hombres, me abracé a sus piernas suplicando amor, me dejé arrastrar por unas escaleras suplicando amor. Escucha, mamá, esta es la nana que deberías haberme cantado. Esta es la puta nana que deberías de haberme cantado.

MAMÁ, TE ODIO.


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